Un máximo de cuatro personas pueden acudir al entierro de un fallecido con coronavirus. Para las personas creyentes eso implica que uno de esos cotizados puestos lo ocupe un cura, un imán, un rabino… Y para quienes pertenecen a una minoría religiosa, se añade alguna piedra más en el camino para dar sepultura a sus seres queridos. Las soluciones no son fáciles, pero existen.