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La hermana del cura degollado por Daesh en 2016: “Jacques decía que ‘solo si compartimos las diferencias, la paz podrá echar sus raíces’”

Roseline y Jacques Hamel allá por el año 2010. Foto cedida

Este 26 de julio hace tres años desde que el sacerdote Jacques Hamel fue degollado por dos terroristas mientras celebraba una misa matutina en el pueblo francés de Saint-Etienne-du-Rouvray. Aquel día los medios de comunicación informaron sobre la toma de rehenes mientras sucedía y el padre Hamel -dentro del templo- intentaba hacer entrar en razón a los agresores. No sobrevivió al atentado que después reivindicó Daesh. A su entierro acudieron representantes cristianos, musulmanes y judíos para mostrar la unidad entre las religiones.

Jacques Hamel era precisamente un defensor del diálogo entre religiones y su hermana Roseline decidió honrar su memoria transmitiendo aquel mensaje de quien hoy está en proceso de beatificación en el Vaticano. Justo la noche anterior al asesinato de su hermano, ella y su familia habían llegado de visita a su casa. Aquella mañana no le acompañaron a misa, porque era muy temprano y no querían estorbarle en los preparativos.

Ahora Roseline Hamel, a sus más de 80 años, ha hablado telefónicamente con Salam Plan sobre su duelo, que ella ha transformado en una misión por la paz, como su hermano, fallecido a los 86 años, habría querido.

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¿Cómo está? ¿Cómo ha pasado estos años de duelo?

El dolor sigue estando muy presente en nuestro espíritu y nuestro cuerpo. Hemos hecho un largo camino desde hace tres años. Al principio nos costó aceptar compartir al padre Hamel, nuestro hermano, nuestro tío -como dicen mis hijos-, porque no entendíamos cómo podía haber diferentes personas de todos los rincones del planeta llegando hasta África, de cada Estado, que manifestaran su gran pena, muy profunda de lo que le había pasado al padre Hamel, la herida en su cuerpo antes de ser degollado en su hábito de sacerdote después de haber celebrado la pasión de Cristo y haber rezado por la paz.

Nos hizo falta esperar al momento del funeral, donde la catedral de Ruan estaba llena. Entendimos que era necesario compartir a nuestro hermano, nuestro tío, porque se había convertido en un hermano universal. Yo, personalmente, decidí llevar mi duelo de otra manera y dar testimonio sobre mi hermano.

«Mi testimonio es para que tengamos el corazón abierto, curiosidad los unos por los otros, porque Dios nos ha querido distintos»

Y decidió escribir un libro sobre él: Jacques, mon frère ; Jacques, mi hermano (Ed. Bayard).

No estaba muy decidida al principio, porque juzgaba mi vida tan banal que me preguntaba si iba a interesar a alguien. Con la insistencia de mis interlocutores religiosos y periodistas católicos, finalmente decidí escribir este libro con la ayuda de una periodista de un periódico católico.

¿Eso le ayudó a llevar el duelo ?

Lo que me ayudó a llevar el duelo fue por una parte, sí, este libro, pero mucho antes, que yo hubiera decidido ir sobre los pasos de mi hermano y dar testimonio sobre su persona respondiendo a los encuentros y por la palabra. Dar testimonio de lo que vivimos aquel día de su asesinato.

Lo que vivimos aquel día para mí fue de una violencia tal que… Mi testimonio es para que su martirio traiga frutos positivos, al espíritu de los jóvenes, a su corazón, la manera de comportarse, juntos con sus diferencias, a tener curiosidad por esa multitud del hombre que Dios nos ha querido distintos. Es para tener el corazón [abierto al] encuentro, tener curiosidad los unos de los otros y tener un intercambio lleno de buenos frutos, de humanidad.

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Durante el funeral de su hermano, usted pidió a las personas que fueran “artesanas de la paz”.

Seamos artesanos de la paz, cada uno a nuestra manera.

Aquel día las comunidades cristianas, musulmanas y judías se reunieron para rezar por la paz y por el padre Jacques Hamel. ¿Qué decía él sobre el odio entre las religiones? ¿Hablaban sobre ello?

Sí, evidentemente. Hablábamos mucho durante aquellos últimos años después de que saliera a la gran pantalla la película sobre los monjes de Thibirine [asesinados en Argelia en 1996, donde trabajaban por el diálogo interreligioso con sus “hermanos” musulmanes]. Era una conversación que reaparecía a menudo.

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¿Cuál diría usted que es la clave para la convivencia?

La clave para la convivencia es el encuentro con los otros, porque Jacques decía: “Solo a través de los encuentros, teniendo curiosidad por las diferencias y compartiendo[las], la paz podrá echar sus raíces”.

¿Qué habría dicho si hubiera sobrevivido al atentado?

Había una persona anciana como mi hermano que estaba al mismo tiempo que él en aquella iglesia y que sobrevivió. Pedí reunirme con este hombre de 86 años, la misma edad que mi hermano, prácticamente con el mismo físico. Creí ver a mi hermano. Lo estreché entre mis brazos y le dije: “Se parece tanto a mi hermano, que tengo la sensación de estar abrazándole a él”.

Y yo había querido reunirme con él para que me contara lo que había vivido aquel día. Él me dijo: “Así como me ve usted aquí, en realidad normalmente yo estaría muerto [quedó gravemente herido puñaladas por parte de los terroristas]. Sobreviví para dar testimonio de estas cosas horribles que se hacen sobre los inocentes, y dar testimonio sobre mi fe y la gracia de Dios”.

«Solamente los granos de paz, un poco cada día, son el único remedio para vencer al odio, porque el odio destruye y la paz construye»

¿En qué estado se encuentra el proceso de beatificación de Jacques Hamel?

Todo este proceso ha exigido dos años y los dosieres recogidos de todos los testimonios de las personas que conocieron al padre Hamel y a de toda la familia partieron a Roma en el mes de marzo. Fue monseñor Dominique Lebrun [arzobispo de Ruan] quien llevó junto a cuatro jóvenes (toda la documentación, incluidas 2.000 homilías escritas a mano) dentro de un enorme baúl.

Según lo que me ha dicho monseñor Dominique Lebrun, el Papa quiere que este dosier se cierre el primero. Hay más de mil dosieres a la espera.

¿Cuáles son los recuerdos más bonitos que guarda de su hermano?

Los recuerdos más bonitos son el tiempo que compartimos con él durante las vacaciones. Y el recuerdo más bonito es el día de su ordenación. Yo tenía 18 años, él, 28. En aquel momento yo no comprendía del todo la importancia que tenía para él ser cura. La bella imagen que guardo de él cuando celebraba misa… Era muy reservado, mostraba poco su alegría, al igual que sus tristezas o descontentos. Pero en ese momento, cuando celebraba la misa, vibraba de la pasión de Cristo, realmente.

Su hermano y usted misma son testimonios de paz. ¿Qué le gustaría decirle a la gente?

Lo principal es que cada uno, a nuestra manera, dejemos crecer nuestra fe, nuestra esperanza. Solamente los granos de paz, un poco cada día, son el único remedio para vencer al odio, porque el odio destruye y la paz construye.

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