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Así viven el Ramadán los musulmanes de Europa: ayunar es (casi) lo de menos

Duo londinense 'Native Sun' recientemente en Córdoba. © Noches de Ramadán, Casa Árabe, foto de Chencho Martínez

Desde España hasta Alemania, ciudadanos europeos cuentan en Salam Plan cómo celebran el mes sagrado del islam.

Elisa prefiere que no se publiquen sus apellidos en este reportaje. Hace siete años que se convirtió al islam y considera que ser musulmana de padres españoles es “un reto extra, porque no es lo habitual”. “El estereotipo tira mucho, por ambas partes: tanto por el lado musulmán como por el no musulmán”, reconoce esta docente de 39 años.

Las calles de los países de mayoría musulmana se llenan de decoración festiva en estas fechas, porque el Ramadán es -sobre todo- una celebración, una en memoria de cuando creen que le fue revelado el Corán a Muhammad. Al finalizar este mes lunar la semana que viene, se entregan regalos en la fiesta del Eid al-Fitr.

En Europa es difícil encontrar un lugar donde los espacios públicos muestren alguna señal de este mes especial para el 5% de su población. Uno de esos rincones está en Ceuta. Allí cada año se instala un alumbrado en las calles que desean feliz Ramadán a la población musulmana.

La abogada y concejala ceutí, Fatima Hamed Hossain (40 años) asegura que el ambiente que se vive en su ciudad es lo que más le gusta de esta época del año. “Afortunadamente, el hecho de ser casi la mitad de la población española la que guarda el ayuno en el mes de Ramadán fomenta la interactuación, la convivencia y el conocimiento mutuo”, comenta.

“Lo que más me gusta del Ramadán es el espíritu de comunidad. Es como un festival que dura un mes”

— Tez Ilyas, cómico británico

El “espíritu de comunidad” es también lo que más le gusta del Ramadán al británico Tez Ilyas (35 años). “Es como un festival que dura un mes”, sonríe. Aunque lo que más suele trascender es el ayuno desde el alba hasta que se pone el sol, en realidad eso para los musulmanes con los que ha hablado Salam Plan es casi lo de menos.

Las comunidades musulmanas organizan actividades como campeonatos de fútbol 7 o caminatas en Melilla. A menudo se reúnen también en cenas grupales para la celebración del iftar, cuando rompen el ayuno al ponerse el sol. A veces son incluso interreligiosos para fomentar el diálogo, como los que cada año desde hace seis organizan Arco Forum y Casa Turca en Madrid. O como el «Big Iftar» que esta semana tuvo lugar por primera vez en el Parlamento británico.

‘Iftar’ interreligioso e intercultural celebrado esta semana en la sede de Arco Forum en Madrid. © Salam Plan

Y es que el Ramadán también es para compartir “momentos de intercambio y fraternidad”, explica Iaad Ben Diah (26 años). Él es de Toulouse (Francia), aunque lleva tres años viviendo en París. Allí estudia un doctorado en matemáticas y preside la asociación de Estudiantes Musulmanes de Francia (EMF). Asegura que ni en su ciudad ni en la capital gala ha tenido nunca ningún problema para celebrar el Ramadán, a pesar de la creciente islamofobia y los numerosos apoyos que cosecha Marine Le Pen en el país.

“Está la Francia de los medios (de comunicación) y la Francia sobre el terreno. Yo vivo muy bien como ciudadano francés de confesión musulmana (…) Francia es un país de libertad y tolerancia donde cada uno puede vivir su fe y fiestas religiosas con toda serenidad”, defiende. “La señora Le Pen realmente no tiene ningún impacto sobre mi vida personal cotidiana”.

Asif Arif (30 años), un abogado parisino y colaborador habitual de distintos medios franceses, está de acuerdo: “No todo el mundo exterior entiende el espíritu del Ramadán. Lo más difícil a veces también es la polémica mediática en torno al islam. Pero vivimos en Francia, un país libre, donde la gente se respeta y comprende que debemos vivir juntos”.

En el trabajo se agradece un horario flexible, no hace falta más

Tez es un cómico que en sus monólogos bromea acerca de sus propias circunstancias como musulmán británico y los prejuicios contra quienes profesan el islam. “Para aquellos de vosotros que no sepáis demasiado sobre nosotros, puede que nos reconozcáis de esos programas de odio en televisión, los telediarios”, ironizaba en uno de sus espectáculos en la BBC.

Pero no menciona ninguna mala experiencia al responder a las preguntas de Salam Plan sobre el Ramadán en Reino Unido. Tampoco la ha tenido en el trabajo. Dice que los empleadores suelen estar abiertos a adaptar el ritmo de trabajo para ayudar en estas fechas. En su opinión, se trata básicamente de permitir un horario flexible.

“Empezar más tarde y tener una pausa más corta para la comida” son las medidas que pueden ayudar al empleado. “Y a lo mejor ser un poco considerados en cuanto a comida y agua cerca de las mesas de trabajo”.

A la abogada ceutí, Fatima, este mes le cuesta hacer caso al despertador y por eso aprovecha la hora del almuerzo para echarse “una pequeña siesta”. Ella tampoco percibe “apenas” dificultades en su entorno para que los musulmanes celebren su mes de espiritualidad compartida. Fatima es autónoma y se “autoorganiza”, pero tampoco ha detectado problemas para trabajadores por cuenta ajena.

«En Ceuta en varias empresas lo que se suele hacer es cambiar turnos, periodos vacacionales etc. para facilitar las cosas a los demás compañeros. Lo mismo se hace por ejemplo en Navidades»

— Fatima H. Hossain, abogada y concejala

“En varias empresas lo que se suele hacer es cambiar turnos, periodos vacacionales etc. para facilitar las cosas a los demás compañeros. Lo mismo se hace por ejemplo en Navidades, donde quienes no las celebramos intentamos cubrir a nuestros compañeros y compañeras que sí lo hacen”, explica.

Elisa coincide en que principalmente cambia el horario habitual. “Madrugamos mucho, por lo que intento dejar un espacio para descansar por la tarde, ya que también son muchas horas de luz”. Como docente, su trabajo no le permite variar nada en el plano temporal, pero sí en otro aspecto práctico: “Tengo que hablar mucho y no puedo refrescarme la garganta, como suelo hacer, así que hay que evitar desgastarse”.

En Alemania, a Naima Niazy (28 años) le irrita un compañero de trabajo que cada año vuelve a preguntar si el ayuno también incluye no poder beber. “Esta pregunta e incomprensión se dan tan a menudo, que a veces dan ganas de imprimirse una camiseta que diga: ‘Sí, tampoco beber’”, apunta.

A la vez, esta investigadora postdoctoral de biología molecular admite que lo que más le gusta del Ramadán en Alemania es el interés que muestran no musulmanes: “Se informan y lo tienen en cuenta, simplemente porque les caigo bien (…). Conversaciones surgidas de la curiosidad y sin prejuicios me enriquecen y ayudan a conocer nuevas perspectivas, sin importar si al final se tiene la misma opinión o no”.

Iaad, el representante de los estudiantes musulmanes de Francia, sostiene que “quien ayuna tiene una vida totalmente normal durante el Ramadán. Mi ayuno no debe imponerse en nada sobre mis compañeros de trabajo o en el mundo universitario”.

Asif, el abogado parisino, dice que en el trabajo siempre intenta estar “más calmado, templar los nervios”, como parte de ese “intento de evolucionar hacia más espiritualidad” en Ramadán.

No enfadarse y otras máximas del Ramadán

“En realidad disfruto del hambre y la sed, me recuerda lo afortunado que soy por vivir en una parte del mundo donde habitualmente puedo comer lo que me gusta siempre que quiero”, asegura Tez.

Elisa destaca que “el ayuno conlleva toda una actitud, que va más allá de dejar de comer y beber”. Esto incluye, por ejemplo, “evitar al máximo enfadarse o hablar mal; esto siempre, pero en este período, con mayor motivo”.

Esa actitud positiva es lo que impide a Naima llevar a cabo su deseo de imprimir esa camiseta. Cree que a menudo no se da la importancia necesaria a este otro aspecto de Ramadán: ni enfadarse, ni molestar ni llevar a cabo “discusiones sin sentido”. “Todos decimos alguna vez cosas que no son especialmente amables o intercambiamos el último cotilleo con nuestros colegas. Es algo que se convierte en cotidiano y que no mata a nadie, así que viene bien ser conscientes de ello y trabajarlo”, opina.

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Otra de las máximas en Ramadán es ayudar a los más necesitados. Tez asegura que “es un mes en el que pensamos mucho en la caridad, los musulmanes escarban realmente hasta el fondo de sus bolsillos para ayudar a los menos afortunados”. Naima apunta que la caridad también puede consistir en ayudar a conocidos o vecinos o “simplemente regalar una sonrisa a otra persona”.

Asif cree que el aspecto altruista es el menos conocido del Ramadán entre los no musulmanes. Pero explica que no se trata solo de compartir aspectos materiales con el otro, sino también de “debatir y mejorarse con el otro”. Para él, este mes tiene una importante “dimensión de libertad, elección y altruismo”.

No es una tortura, pero esto es lo que más cuesta

“El Ramadán no es una prueba insuperable que se resume en abstenerse de comer y beber”, subraya Iaad. Sirve para “reconectar con lo esencial (…), la piedad” hacia Dios. Por eso acude a la mezquita cada noche y, señala con una sonrisa, que el día se suele acabar sobre la 1 de la mañana.

Las pocas horas de sueño son un aspecto que se repite entre los musulmanes que participan en este reportaje, tanto o más que la falta de alimento y bebida durante el día. Y eso que cuando Ramadán cae en verano, las cortas noches europeas a veces obligan a un ayuno de 19 horas, destaca Tez, el cómico británico.

“Las oraciones nocturnas (tarawi) en la mezquita son lo más duro” para él. “Durante este mes el imán reza el Corán completo en congregación. Es cansado y lleva aproximadamente una hora cada noche”, explica. Al día siguiente tocará levantarse antes de que asomen los primeros rayos de sol para comer y hacer la primera de las cinco oraciones del día. Algunas personas se vuelven a acostar, otras están demasiado llenas para conciliar el sueño.

“El Ramadán no es una prueba insuperable que se resume en abstenerse de comer y beber”

— Iaad Ben Diah, Estudiantes Musulmanes de Francia 

A Naima lo que más le cuesta estos días es la soledad de la cena, un momento normalmente festivo y para compartir en grupo, ya sea con la familia u otras personas. Ella no vive con nadie y, aunque reconoce que podría reunirse para el iftar con otros creyentes en una mezquita, no le apetece. A quien echa de menos en ese momento es a su familia.

Para Elisa, la docente española, lo más difícil de celebrar el Ramadán en Europa es que “el calendario habitual (laboral, social, etcétera) sigue su curso y en ocasiones no es fácil combinarlo”. Pero a la vez subraya que lo “disfruta con mucha libertad”. Y añade: el Ramadán es “una práctica que produce una inmensa alegría; no es una tortura”.

Para todos estos ciudadanos europeos Ramadán supone una oportunidad para dedicarle más tiempo a su fe y a su relación con Dios, además de trabajar su interior para ser mejor persona y pasar más tiempo en comunidad. La esencia no parece tan distinta al significado de festividades cristianas como Semana Santa y Navidad. Por cierto, los musulmanes también creen en Jesús como enviado de Dios.

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