A José M. Mota le llamaba la atención Irak “desde muy pequeño”. Ha cumplido su sueño de informar desde este país, ahora que comienza a salir adelante tras la derrota militar de Daesh, que dejó al grupo terrorista sin control territorial. Las historias que relata Mota muestran la esperanza de los iraquíes ante una nueva época.
Tras un año en México al acabar un máster en periodismo, Mota ha cambiado ese escenario por Irak. Le encanta el dialecto iraquí del árabe, que lleva aprendiendo años, porque es “muy dulce”, y se dirigen a uno con expresiones como “mis ojos” o “mi vida”.
Llegó hace tres meses y lleva la mayor parte del tiempo en Mosul, antiguo bastión de Daesh en este país. El centro de la ciudad sigue “prácticamente en ruinas”, pero ha descubierto la ilusión de sus ciudadanos en realidades como las mujeres que emprenden negocios antes impensables o en el equipo de fútbol que lo da todo a pesar de no tener, en apariencia, nada.
Trabaja para ABC y El País. El reciente viaje del Papa Francisco a Irak fue “como un regalo” para él, después de las dificultades que había pasado poco antes para obtener el visado de periodista. Entonces aún no se sabía que se produciría la primera visita de un Papa a este país y su trascendental reunión con el líder chií Al Sistani.
Salam Plan entrevista a José M. Mota como parte de la serie del #PrismaDelCorresponsal, que recorre países de mayoría islámica para mostrar esas otras realidades que normalmente no tienen hueco en la vorágine diaria de las noticias.
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¿Qué te llevó a cambiar México por Irak?
Desde muy pequeño me ha tirado siempre mucho el mundo árabe y Oriente Medio. Estuve ya viviendo en Jordania, Líbano… antes de hacer el máster de un periódico. Gracias a ese máster conseguí una beca para irme a México un año. Fue un año estupendo, donde aprendí muchísimo. Pero siempre había tenido la mosca detrás de la oreja, de que quería venirme a Oriente Medio.
Elegí Irak por dos cosas. Por un lado, es un país informativamente hablando muy jugoso. En Irak pasan muchísimas cosas y creía que era uno de los puntos donde periodísticamente más a gusto iba a estar y más información iba a poder vender como periodista freelance.
Por otro lado, el idioma: el dialecto iraquí [del árabe] es muy bonito, muy cercano, muy cariñoso. Lo llevo estudiando un tiempo y, como todo el mundo sabe, para aprender muy bien un idioma, hay que hacerlo sobre el terreno.
¿Y por qué esa pasión por Oriente Medio desde pequeño?
La verdad que me empecé a interesar mucho, en concreto por Irak, por el tema de la guerra de 2003, por la cobertura periodística. A nivel de España, creo que fue una cobertura muy buena, hubo muchísimos reporteros españoles allí contando lo que estaba pasando desde dentro, desde Bagdad. También a raíz de lo que pasó con las Torres Gemelas…
Llegaste hace poco a Irak.
Llegué a principios de diciembre. De hecho, llegué a España de México y estuve un tiempo intentando tramitar la visa para el país. No sabía lo del Papa ni nada. Me quería lanzar. Fue una bendición cuando ya tenía tramitada la visa y tenía fecha para venirme y dieron el anuncio de que venía el Papa. La verdad que fue súper ilusionante, porque al final Irak es un país que cuando está en el foco de los medios de comunicación es por algo terrible, desgraciadamente. Y fue algo muy bonito de contar desde aquí.
Los iraquíes vivieron la visita del Papa con muchísimo respeto e ilusión
¿Con qué sensación te quedaste después del viaje del Papa Francisco y su reunión con el Gran Ayatolá Al Sistani y otros líderes religiosos?
Me dejó una sensación bastante buena. Vivir en primera persona la primera visita de un Papa a Irak y poder estar en estos lugares, hablando con los iraquíes y sintiendo -en la mayoría de los casos- su ilusión y su alegría ante un acontecimiento tan importante… Una experiencia a nivel tanto personal como profesional, que ha sido un privilegio. Los iraquíes lo vivieron con muchísimo respeto y muchísima ilusión.
¿La ilusión la palpaste igualmente en los iraquíes indistintamente de su religión?
Sí, sí, sí, vamos. Sobre todo en Nayaf, donde se reunió con Sistani, yo no esperaba encontrarme una expectación tan grande. Nayaf es una ciudad bastante conservadora y al lado del mausoleo de Ali, que está en la ciudad vieja, un sitio maravilloso, tú hablabas con la gente y la gente estaba súper ilusionada. Al final se iba a ver con él, una muestra de respeto del Papa al clérigo chií, que para ellos es como “el segundo Dios”, muchos lo comentaban así.
Sí, sí. Indistintamente de cristianos, yazidíes, musulmanes… fue una visita que ellos tomaron con muchísima ilusión y muchísimo respeto.
Llevas tres meses, más o menos, en Irak. ¿Cuál ha sido para ti el mayor descubrimiento del país hasta ahora?
Me han sorprendido muchas cosas, pero sobre todo la vuelta a la vida de ciudades como Mosul y Qaraqosh. Es estupendo ver a gente emprendedora en Mosul, lugares culturales que están volviendo a la vida, hablar con músicos que estuvieron silenciados tantos años y que ahora se apiñan en la orquesta de la ciudad para devolver el espíritu musical… Cómo el equipo de fútbol entrena diariamente a pesar de que los jugadores no reciben ni un dinar; su estadio está destrozado y están en última división… La ciudad se está levantando, y la gente es muy optimista, al menos lo que yo he sentido hasta ahora.
En Qaraqosh igual: ver una ciudad que sufrió tanto durante la época de ISIS, que ya está prácticamente reconstruida, y donde la mitad de la población ya ha vuelto a sus hogares, es algo muy bueno. Qaraqosh es una ciudad muy bonita y con un encanto especial, donde la gente continúa hablando en arameo en los bares y cafeterías. Es un lugar donde mucha gente ha migrado por miedo, pero los sacerdotes -por ejemplo- que volverán y que la ciudad pronto volverá a ser o a parecerse a lo que era antes.
Los iraquíes son fuertes y muy dulces. Son personas normales y corrientes, que han tenido la mala suerte de sufrir décadas de guerra, terrorismo y violencia
Ya has recorrido gran parte del país y has podido hablar con muchos ciudadanos de a pie. ¿Qué es lo mejor de su gente?
[He tratado con gente] de norte a sur. Son personas muy fuertes y muy dulces a la hora de hablar. Se dirigen a ti con expresiones como “mis ojos”, o “mi corazón”, “mi vida”, aunque no te conozcan de nada.
Se preocupan mucho de los extranjeros y de darles una buena imagen. Siempre te ofrecen todo lo que tienen, aunque sea agua o un caramelo o un té, ya sea en su casa o en un campo de desplazados.
Incluso un taxista en Bagdad no me pudo dejar en la puerta de la Embajada de España, porque había controles y estaba difícil el paso. [Yo] tenía que hacer unos trámites. El hombre aparcó su coche. Al bajarnos del coche, me cogió de la mano y como si fuera mi madre. Fuimos andando como medio kilómetro de la mano hasta que me dejó en la misma puerta.
Es un poco triste decirlo, pero debido a la fama que ellos saben que tiene Irak en el mundo, continuamente están intentando demostrarte que son buenos, que son personas normales y corrientes, que han tenido la mala suerte de sufrir décadas de guerra, terrorismo y violencia.
¿Cuál es la mejor experiencia que has vivido hasta ahora en el país?
Dos se me han quedado grabadas. Una, como comentaba, la visita del Papa. Fue como un regalo ante tanta insistencia y esfuerzo por venir. Ha sido una experiencia, tanto a nivel profesional como personal, que he disfrutado como un enano.
La otra fue en Sinjar, en el norte de Irak, cerquita de la frontera con Siria, donde vive la mayoría de los yazidíes. Fue una experiencia muy bonita y muy triste al mismo tiempo. Iba con un amigo a Kotsho, un pueblecito. Después de 7 años de la masacre de ISIS en Sinjar, y especialmente en Kotsho, donde perpetraron un genocidio literal en 2014, llegaban a Kotsho los primeros 104 cuerpos examinados en laboratorios forenses de Bagdad, confirmados con pruebas de ADN. Imagínate: después de 7 años, algunos yazidíes de la aldea iban por fin a enterrar a sus seres queridos, que fueron brutalmente asesinados.
Me quedaba el último control para pasar a Kotsho, pero me faltaban muchísimos papeles y no me dejaron pasar. El entierro era al día siguiente. No teníamos un sitio para dormir y tuvimos que volver a Sinjar, una ciudad totalmente destrozada. Les pregunté a unos soldados por un hotel y se partieron de risa: que qué hotel iba a haber en Sinjar. Ya era de noche y mi amigo y yo queríamos buscar una mezquita abierta donde pasar la noche. Pero antes fuimos a comprar agua y algo de comer en una tiendecita. Le preguntamos al dependiente y nos pasó el contacto de un joven de 27 años, que se llamaba Shirac.
No teníamos dónde dormir y un chico, sin conocernos de nada, nos ofreció su casa. Nos contó su historia: ISIS secuestró a su madre y a su hermana, y asesinó a sus hermanos y a su padre
Nos ofreció su casa. Nada más llegar, nos trajo una bandeja repleta de comida. Y nos pasamos toda la noche tomando café y fumando en su habitación. Nos contó su historia. Todavía se me ponen los pelos de punta al recordarlo:
Su familia es de Kotsho, pero él estaba en el Kurdistán iraquí en la universidad en 2014, [cuando] llegó ISIS a la aldea. [El grupo terrorista] secuestró a su madre y a su hermana, que tenía unos 16 años. A sus dos hermanos y a su padre los asesinaron. De hecho, su padre era uno de los 104 huesos que llegaban a Sinjar.
Te contaba la historia con una entereza brutal, de como de un día para otro de repente no tenía contacto con su familia. No había nadie. Hubo años, mediante mafiosos, intentando buscar a la madre… En 2015, después de pagar muchas veces y de que le estafaran, consiguió recuperar a la madre. Después se puso a intentar recuperar a la hermana. Dio con ella: estaba en el mercado de esclavas que tenía ISIS en Mosul. Pero no tenía dinero para recuperarla.
En 2017, con la liberación de Mosul, hay un bombardeo en la casa de la hermana. Consigue escapar, dañada muy gravemente en la espalda, y la consiguen recuperar. Pero había perdido la cordura. Desde 2014 hasta 2017, a saber las barbaridades que había sufrido estando de esclava con estos animales… Se la llevó a Sinjar con él, pero ella no estaba bien. La mandó a Duhok, una ciudad del Kurdistán, para que viviera con una de sus tías. Cuando yo estaba allí con Shirac, esa misma noche, hacía 15 días que la hermana había salido de la casa de la tía y no sabían dónde estaba.
La madre estaba allí con nosotros [aquella noche en casa de Shirac]. Está de refugiada en Alemania, pero había venido porque iban a enterrar al padre [su marido].
Esto te lo contaba con una entereza… Era un chaval de 27 años, un chaval de mi edad. Me ofreció su casa, me ofreció todo y fíjate lo que ha pasado este chico a sus 27 años. Y encima ya lo que me mató, por así decirlo, fue que al día siguiente le dijimos a Shirac: “Vamos, que va a empezar el entierro”. Y Shirac nos dijo: “Mira, sinceramente no tengo cuerpo de ir. Que os vaya bien el trabajo, y aquí tenéis vuestra casa cuando queráis”.
Fue una experiencia en parte bonita, porque fue un chico que sin conocerme de nada, me ofreció todo. Pero al mismo tiempo, una historia súper, súper triste.
Las emprendedoras me decían que esto de las mujeres abriendo negocios aquí, no es que no se viera durante la época de ISIS, es que no se veía incluso antes
Difícil ahora pasar de esta historia a otras que nos devuelvan un poco la esperanza o la buena sensación que dejas con reportajes alejados de los tópicos, como el del equipo de fútbol Mosul, que comentabas antes, o el de una tienda de flores en uno de los antiguos bastiones de Daesh.
He notado que, en las zonas que han estado tan arrasadas, hay mucha esperanza. La gente está emprendiendo, está haciendo muchísimas cosas. Las mujeres durante la época de Daesh en Mosul no podían prácticamente salir de casa, no podían trabajar, tenían que vestirse con el niqab… Una chica, Hiba, empezó dentro de su casa a fabricar vestidos y después de hacer una gran colección y ver que tenía talento, compartió en redes sociales los diseños que había estado haciendo durante esos años. Y la chica tuvo un éxito maravilloso. Estuve charlando con ella, y estaba deseando ahorrar un poco de dinero para abrir un local, le estaba saliendo muchísimo trabajo en temas de bodas… Estaba súper ilusionada.
Después, otra chica, que acababa de abrir una floristería; otra, que acababa de abrir un restaurante turco… Ellas me decían [que] esto de las mujeres abriendo negocios aquí, no es que no se viera durante la época de ISIS, es que no se veía incluso antes. Porque al final Mosul es una ciudad conservadora. Las mujeres sobre todo trabajaban a lo mejor como funcionarias, pero no este tipo de emprendimiento. Parece que después de unos años tan terribles como los que han pasado, la ciudad no solo ha mejorado conforme antes de ISIS, la ciudad es más abierta. En ese aspecto, hay mucho optimismo.
¿Dirías que Irak va por buen camino para la reconstrucción y la paz?
Irak es un país muy complicado y sigue teniendo muchos problemas. Pero yo creo que va por muy buen camino, dentro de lo que puede hacer. La crisis económica es brutal, acentuada por la pandemia, porque más del 90% de su economía depende del petróleo. Lo que más he notado ha sido la gente. La ciudad vieja de Mosul sigue prácticamente en ruinas, pero hay muchos proyectos para reconstruir iglesias, la mezquita Al Nuri… Poco a poco sí, parece que van paso a paso. Por lo que he podido ver, y lo que me ha contado la gente, lo que más destaco es su optimismo.
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