Se queda en silencio. Por un momento, aparta la mirada. Respira hondo y se concentra para que las lágrimas no asomen por su rostro cuando rememora como se sintió aquel día en el que su hijo Maher y su marido Abd al-Aziz no volvieron a casa. No pudieron. Su caso es uno entre decenas de miles en Siria.
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Fadwa Mahmoud quiere ser fuerte. No por ella, sino por su otro hijo, que sí continúa junto a ella. Da igual que Ayham ya sea un hombre de 32 años. Tampoco importa que ahora no esté presente, porque Fadwa ha aprendido a ponerse una coraza para soportar el dolor. Hace siete años, siete, que busca y lucha por encontrar a su marido, Abd al- Aziz al-Kahyyir, y a su otro hijo, Maher Tahan. Desaparecieron después de que el chico fuera a buscar a su padre al aeropuerto.
Fadwa había hablado con su esposo un par de horas antes, cuando éste la llamó para decirle que en dos horas aterrizaría en Damasco. Era septiembre de 2012 y volvía de un viaje en busca de socios para una solución pacífica a la guerra de los mil frentes en Siria, que por entonces solo estaba empezando. En aquella época, apenas era siquiera noticia en Occidente, donde se había comenzado a perder el interés por la resaca de la denominada “Primavera Árabe” del año anterior.
Aquella tarde de septiembre, Fadwa preparó la cena, puso la mesa y esperó a que su hijo mayor volviera con su marido del aeropuerto. Maher se había casado tan solo cuatro meses atrás y tenía por entonces la edad que ahora ha alcanzado su hermano pequeño.
Abd al- Aziz y Maher nunca volvieron. No pudieron. Aquella noche, Fadwa no pudo dejar de llorar. La cena se quedó sobre la mesa, con la esperanza de que pudieran comer juntos. “Pasé la noche en vela, pensando lo peor: temía por la integridad física de mi marido y de mi hijo. El segundo o tercer día ya dejé de llorar, porque ya no tenía fuerzas para ello”, cuenta esta con voz serena.
En cuanto consiguió recomponerse, salió a la calle a buscarlos y a “difundir la información de su desaparición para evitar que los ejecutaran” … Hasta hoy. Apenas ha encontrado respuestas.
En cuanto consiguió recomponerse, salió a la calle a buscarlos y a “difundir la información de su desaparición para evitar que los ejecutaran” … Hasta hoy. Apenas ha encontrado respuestas. Lo único que sabe a través de fuentes no oficiales es que los servicios secretos del dictador Bashar al Asad son quienes se los llevaron. Sin juicio, sin una mísera comunicación para al menos saber qué había sido de ellos, sin conocer su paradero… sin saber siquiera si seguían vivos.
“¿Sabe lo difícil que es ir por ahí dando vueltas con la foto de su hijo para decir que no sé dónde está, para hacerlo llegar al mundo? ¿Si esta lucha va a dar sus frutos? No lo sé”. Pero la esperanza le da fuerzas para levantarse cada mañana y no rendirse.
Igual que Abd al-Aziz y Maher, decenas de miles de sirios han desaparecido durante la guerra que continúa librándose en Siria; la mayoría de ellos, a manos de régimen de Asad, pero también de alguna de las múltiples facciones opositoras implicadas en el conflicto. Una exposición de Amnistía Internacional en la sede madrileña de Casa Árabe muestra estos días los testimonios de sus familias, que les siguen buscando incansables.
Tanto Fadwa como su marido ya habían pasado años en la cárcel, condenados por el régimen de los Asad a causa de su activismo político, años antes del conflicto. Ambos son figuras destacadas en el partido comunista sirio, pero en su lucha por encontrar a los seres queridos junto a otras mujeres sirias, eso ha dejado de importar. No se trata de política, sino de humanidad, enfatizó ella en la inauguración de la exposición.
Ahora, durante esta entrevista con Salam Plan en Madrid, su cara y su voz lo dicen todo. No puede permitirse estar triste y ha hecho de la búsqueda de su marido y su hijo mayor, su fortaleza y su meta vital. “Quien lleva un asunto sobre sus hombros no tiene derecho a estar cansado”, asegura.
Cree que la detención de su marido, que era el responsable de las relaciones exteriores de una coalición opositora pacífica, sucedió porque al régimen no le interesaba resolver el conflicto sin violencia. “Mi marido ha sido un promotor de una solución pacífica, sin pasar por las armas. Estaba contra el sectarismo, contra las organizaciones islámicas que bajaron al terreno y jugaron también su rol, estaba en contra de que la intervención extranjera en el conflicto sirio (…). Hay muchísimos desaparecidos, de los que no sabemos dónde están”.
Fadwa es cofundadora del grupo “Familias por la Libertad”, creado para defender el derecho de los desaparecidos y detenidos sirios. Crearon esta organización al comprobar que en las mesas de negociación para la pacificación de la guerra en Siria no se hablaba de estos más de 75.000 casos. “Solamente se habla de intercambio de soldados entre las partes beligerantes”, lamenta esta activista siria, que ahora continúa su lucha gracias a su estatus de refugiada política en Berlín.
Llegó a la capital alemana desde Líbano, país vecino de Siria adonde huyó en 2013 tras recibir amenazas. “No salí de Siria porque quisiera salir, estaba bajo el yugo del régimen férreo, bajo la amenaza de ser detenida en cualquier momento. Por eso fui a Beirut para vivir, pero la misma historia se repitió allí: el mismo modus operandi de observación continua. Incluso llegaron a entrar en mi casa para registrarla, me arrestaron porque -dijeron- hacía reuniones ‘sospechosas’”. El consulado alemán le pudo arreglar los papeles para huir del peligro dentro de un programa de protección especial y pudo hacerlo en avión.
Fadwa siente furia frente a los gobiernos que niegan la protección a solicitantes de asilo sirios. “El pueblo sirio no sale porque quiere, sale porque esta huyendo de una muerte segura. No entiendo yo a estos países que dicen que son democráticos, defensores de derechos humanos, de libertades individuales y grupales, cómo pueden mermar o prohibir la entrada a una persona cuyo único delito es querer vivir”.
“El pueblo sirio no sale porque quiere, sale porque esta huyendo de una muerte segura. No entiendo yo a estos países que dicen que son democráticos, cómo pueden prohibir la entrada a una persona cuyo único delito es querer vivir”
Ahora en Berlín se siente bien acogida, cuenta que sus vecinos la cuidan y están más pendientes de ella desde que conocieron su historia. Reconoce que es un pequeño oasis frente a los grupos que rechazan la acogida de refugiados y migrantes como ella en zonas alrededor de la capital germana y otros lugares del país. Ella no es musulmana, pero deja claro a quienes rechazan a las personas que practican el islam que “tienen una idea tergiversada” sobre ellas.
Para Fadwa fue “el propio régimen sirio (el que) vendió a Occidente (…) que cualquier persona con velo o que reza o que tiene barba, es un terrorista”. “Los países del Golfo también son responsables”, asegura, “puesto que crearon el partido de los Hermanos Musulmanes (y lo convirtieron en) una fracción armada en Siria para llevar a cabo sus intereses en la región”.
«Fueron el propio régimen sirio y los países del Golfo los que vendieron a Occidente que cualquier persona con velo o que reza o que tiene barba, es un terrorista. Quienes rechazan a los musulmanes, tienen una idea tergiversada del islam»
Ella lucha por todos los sirios desparecidos y esta misión es la que le da fuerza para seguir luchando. “Nosotros queremos vivir una vida normal, pero lo normal en Siria ha desaparecido. Mi marido me dijo (una vez): ‘Tienes que seguir luchando, no tires la toalla’. Recuerdo su sonrisa y por eso sigo adelante con una sonrisa”.
Fadwa se autoimpone la fuerza repetidamente durante el encuentro de una hora con Salam Plan. “Tengo que seguir siendo fuerte», repite, «Las fotos de mi hijo o de mi marido no las puedo ver, porque entonces recuerdo el calvario, recuerdo el sufrimiento. Tengo que seguir siendo fuerte para preservar la vida de mis familiares. Les tengo que tener presentes, pero sin ver sus rostros”. Por ellos, por su hijo Ayham que vive también en Berlín y por las decenas de miles de personas desaparecidas o detenidas en Siria.
Desde que estallaran las protestas pacíficas en Siria en 2011, el Gobierno de Asad ha detenido «arbitrariamente, torturado e infligido malos tratos» al menos a 75.000 personas, incluidos menores, según Amnistía Internacional. Son víctimas de desapariciones forzosas y ocultas en paradero desconocido. Eso, quienes no mueren bajo la custodia de sus secuestradores. Grupos armados de la oposición también llevan a cabo estas tácticas, aunque a menor escala.