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El nuevo cardenal español en Rabat: “Hablad menos de los musulmanes y más con ellos”

El misionero salesiano y arzobispo de Rabat, Cristóbal López, ha sido nombrado cardenal. © Misiones Salesianas

A Cristóbal López le “duele sobremanera” ver que hay cristianos entre quienes rechazan a musulmanes. El arzobispo de Rabat fue nombrado cardenal recientemente, pero en esta entrevista con Salam Plan explica que su prioridad sigue siendo la misma: “establecer puentes entre cristianos y musulmanes”.

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Este sacerdote de Vélez Rubio (Almería) vivió destinado en la ciudad marroquí de Kenitra como misionero salesiano entre 2003 y 2010, donde estableció “amistades profundas” con personas musulmanas. Actualmente lleva año y medio como arzobispo en la capital de Marruecos, muy a gusto en un país donde se siente acogido y “amado”.

Subraya que los musulmanes no son enemigos de los cristianos, sino “hermanos”. Confiesa que de ellos admira cómo tienen a Dios presente en su vida diaria y recuerda con cariño cuando le iban a operar de la vesícula y la enfermera dijo “bismillah” -que significa “en el nombre de Dios”- antes de ponerle una inyección. Lo cuenta al otro lado del teléfono desde Rabat:

Usted ha dicho en otras ocasiones que el diálogo entre católicos y musulmanes es una parte importante de su misión.

El evangelio nos impulsa a amarnos los unos a los otros sin distinción. No podemos vivir el evangelio de espaldas, en este caso, a los musulmanes, sino de cara a ellos y considerándoles hermanos y tratándoles a todos como hermanos.

El evangelio me impulsa a mí a establecer puentes entre musulmanes y cristianos, entre Europa y África, entre España y Marruecos, entre negros y blancos, entre el Oriente y Occidente… pero sobre todo entre musulmanes y cristianos.

“No podemos quedarnos en la simple tolerancia o coexistencia. Debemos construir una sociedad en la que sepamos vivir como hermanos”

¿Es quizá hoy más importante que en otras épocas ese diálogo entre musulmanes y cristianos, sobre el que inciden tanto usted como el Papa Francisco?

Yo creo que sí, porque en otras épocas las culturas, las religiones, las civilizaciones vivían muy separadas geográficamente. Había poca mezcla. Hoy sin embargo, en todas las grandes ciudades y en todos los pueblos y naciones la mezcla es muy evidente y es muy intensa.

Frente a esa realidad de estar juntos, de coexistir, no podemos quedarnos en la simple tolerancia o en la simple coexistencia. Debemos pasar a intentar un conocimiento mutuo, al respeto mutuo, a la estima del otro y -sobre todo- a la vida en fraternidad. Construir una sociedad en la que -más allá de las diferencias de etnia, color de la piel, religión y cualquier otra- sepamos vivir como hermanos.

Creo que la conciencia colectiva de la humanidad ha llegado a un punto en que comprende que la guerra no solo es inútil sino siempre perjudicial y que tenemos que construir un mundo de paz. Y eso pasa por un entendimiento entre las religiones en el respeto mutuo.

Sin embargo, en Europa está proliferando el discurso contra los musulmanes, que por otra parte -como usted dice- también forman parte de la ciudadanía europea.

Es una gran pena que eso suceda, porque la Vieja Europa que se ha distinguido siempre por tener unas raíces cristianas y que ha sido la promotora de los derechos humanos ahora resulta que adopta unas posturas de rechazo a personas. Y eso no es aceptable desde ningún punto de vista. Y a mí me duele sobremanera el hecho de ver que hay cristianos entre esas personas que rechazan de plano a personas que son musulmanas cuando deberíamos ser todos un ejemplo de apertura y de fraternidad.

Creo que en España el consejo que yo debo dar a todos es hablar menos de los musulmanes y hablar más con los musulmanes. Porque cuando hablas con un musulmán cara a cara, con todos los posibles, se te caen los prejuicios. Descubres que son personas como nosotros, no son marcianos, no son nuestros enemigos… y descubres personas con las cuales se puede establecer una relación de amistad, una relación positiva, constructiva.

Me duele sobremanera ver que hay cristianos entre esas personas que rechazan de plano a personas que son musulmanas. No son marcianos, no son nuestros enemigos

Y yo no digo esto porque lo haya estudiado en un libro, yo lo digo porque lo vivo todos los días. Lo he vivido en la ciudad [marroquí] de Kenitra durante ocho años, donde he podido establecer amistades profundas que duran todavía, donde me he sentido acogido, respetado, amado por tantos musulmanes; y a los que yo he correspondido con la misma moneda.

Creo que tenemos que bajar los prejuicios, derribar los muros que nos separan y que hemos construido psicológicamente y reemplazarlos por puentes que nos unan, para construir juntos un mundo mejor. Ese es el objetivo: juntos por la fraternidad humana.

¿Qué diría a las personas que enarbolan la libertad de expresión cuando formulan esos prejuicios?

Cada uno puede expresar lo que desee, pero es lamentable que en el corazón de una persona haya odio y haya rechazo a los demás.

¿No se confunde la libertad de expresión a veces con la libertad de odio a un colectivo, por el mero hecho de pertenecer a él?

Sí, a veces es eso. Yo soy periodista también, y voy a defender la libertad de expresión. Pero libertad de expresión no es libertad de odiar a los demás, no es libertad de insultar. Yo creo que la libertad de expresión debe practicarse y vivirse en el contexto de las otras libertades también y del respeto que se merece todo ser humano.

La libertad de expresión no es libertad de odiar ni de insultar a los demás

Antes decía que Europa se ha distinguido en el pasado por sus valores cristianos, pero Europa también ha sido musulmana, sobre todo la parte que ahora es España. También forma parte de nuestras raíces en realidad.

Y las raíces musulmanas y cristianas al final son las mismas, porque todos -musulmanes, judíos o cristianos- nos reivindicamos hijos de Abraham. Somos ramas de un mismo tronco. Tenemos que buscar mucho más lo que nos une que lo que nos separa. Y el reconocer las raíces cristianas de Europa, no implica la exclusión de otros que han estado también presentes, aunque menos tiempo y en menos cantidad. Una cosa no quita la otra.

El Papa Francisco y el Gran Imán de Al Azhar firmaron a principios de año el “Documento sobre la Fraternidad Humana”. ¿Para cuándo un día mundial en el que se concelebre en mezquitas e iglesias una oración común? ¿No hacen falta más acciones concretas para promover esa “fraternidad humana”?

Un bosque comienza por unos pocos árboles que se van multiplicando hasta formar un bosque entero. Nunca un bosque ha empezado existiendo todo al mismo tiempo. Y están creciendo árboles. Por ejemplo, en el Líbano, la nación ha establecido un día de celebración el 25 de marzo -para los cristianos es el día de la Anunciación del ángel a la virgen- y ese día musulmanes, drusos y cristianos de todas las confesiones que hay en el Líbano celebran fiesta nacional. Y hay encuentros de oración común, hay actos culturales, de música, etcétera.

Es un árbol que está creciendo, pero no es ninguna idea descabellada la que propones. Tendrán que pasar años todavía para que llegue un día en que las Naciones Unidas o el Comité de Iglesias y algún organismo de unión de religiones propongan un día en el que todos nos unamos en la oración por la paz. Pero para que ese bosque sea consistente, tienen que crecer muchos árboles aquí y allá.

El arzobispo de Rabat, Cristóbal López, y el Papa Francisco en Marruecos en marzo de 2019. © Misiones Salesianas

¿Y están creciendo los árboles en Marruecos también? Porque allí hay solo libertad de culto para los extranjeros. Hay incluso marroquíes cristianos en la clandestinidad.

Pero está evolucionando la sociedad. Algo se está moviendo, las conciencias se van abriendo. Lo que yo he dicho sobre Europa de tener una mente más abierta todos, también vale para Marruecos. Aquí en Marruecos, contrariamente a lo que mucha gente cree, hay libertad religiosa en el sentido de que las leyes no impiden que cada uno haga lo que quiera en materia religiosa.

El problema no es jurídico, no es legal, sino que es cultural y social. Si un marroquí musulmán quiere hacerse cristiano o budista, ninguna ley se lo impide, pero puede ser que tenga problemas en su familia, en su casa, en su barrio, en su trabajo, con amigos. Y es algo que se hace muy difícil por esa mentalidad social, que evoluciona, pero lentamente. Como tampoco hay una autoridad religiosa única en el mundo islámico que pueda dar unas orientaciones válidas para todos, pues esa evolución se hace más fatigosa y más lenta.

En Marruecos, me he sentido acogido, respetado, amado por tantos musulmanes… Tenemos que derribar los muros que hemos construido psicológicamente y reemplazarlos por puentes

Marruecos en España siempre es noticia unido a la migración y es un tema prioritario siempre en las reuniones bilaterales de los respectivos gobiernos, pero lo de establecer “vías legales y seguras” -como piden las ONG desde hace tiempo- sigue pareciendo inalcanzable. ¿Qué se está haciendo mal?

[Suspira]. Es difícil o determinar una causa de esta situación, que no quiero llamar problema. El otro día leía esta frase: “Si las riquezas no van a donde están las personas pobres, las personas pobres irán allí donde están las riquezas”. La solución no es una ley a la izquierda o una ley a la derecha, una apertura de una vía para obtener visas o cosas así: hay que cambiar las leyes del comercio, las leyes de la economía internacional.

Mientras el comercio se rija por leyes que se establecen en base a los deseos y prioridades de los países ricos en contra de los países que proporcionan las materias primas, las desigualdades van a seguir existiendo y las personas van a seguir buscando un futuro mejor para sus vidas allí donde creen que hay más posibilidades.

Mientras el comercio se rija por leyes que se establecen en base a los deseos y prioridades de los países ricos en contra de los países que proporcionan las materias primas, las desigualdades van a seguir existiendo y las personas van a seguir buscando un futuro mejor

Si después de la crisis económica mundial no ha habido cambios, no parece que vaya a ser algo que vaya a suceder próximamente.

Nunca se sabe qué es lo que puede suceder en la historia. Nadie sospechaba en 1987, por ejemplo, que en 1989 el Telón de Acero del comunismo y el comunismo mismo caerían. Ningún analista político previó eso ni siquiera con un año de antelación. Pueden darse cambios, pero los cambios sociales -y mucho más si son a nivel mundial- requieren de un crecimiento de conciencia personal en millones de personas.

Por ejemplo, cambios ecológicos es posible que se den importantes, porque la conciencia de la humanidad está evolucionando y se está preparando. Hace 20 años no se soñaba ni muchísimo menos con las cosas que ahora se están cociendo, que todavía no se han materializado. Pero creo que en un próximo futuro pueden darse esos cambios en lo ecológico, que está muy unido a lo económico y a lo social. Pero estoy de acuerdo en que no es para mañana.

En todos sus años en Marruecos, ¿cuál es la experiencia más valiosa que tiene grabada en la memoria?

Mi experiencia más importante de esos años en Kenitra, donde trabajé en la comunidad salesiana, fue descubrir que la misión de la Iglesia no consiste en engordar la propia Iglesia. No estamos para nosotros mismos, nuestro objetivo no es conseguir adeptos o añadir clientes, sino que la Iglesia está al servicio de la construcción del reino de Dios.

¿Qué significa “reino de Dios”? Es el mundo en el que reina la paz, la justicia, la libertad, la vida, la verdad, sobre todo: el amor. Y nosotros, como Iglesia Católica, tenemos como finalidad ser instrumentos al servicio de ese mundo de hermanos, lo del documento del Papa [y el Gran Imán de Al Azhar] sobre la “fraternidad humana”.

La misión de la Iglesia no consiste en conseguir adeptos o añadir clientes, sino en estar al servicio de la construcción del reino de Dios, un mundo de hermanos

Eso lo descubrí aquí, porque la Iglesia era pequeñísima, pero significativa en ese sentido. Yo venía de Paraguay, donde había mucha Iglesia, pero poco reino de Dios, con muchas dificultades. Ese fue el gran descubrimiento para mí en Marruecos al llegar y encontrar una Iglesia como la que aquí tenemos.

Y como acontecimiento puntual, la visita del Papa en marzo [pasado], que marcará el futuro de la Iglesia y que influirá positivamente también en el país, en Marruecos.

¿Qué es lo que más admira usted o le gusta del islam, de los musulmanes?

Su vida de oración, el aprecio que tienen por la oración. Y también la presencia de Dios en todo momento, en toda situación y en todos los ámbitos. Ellos viven en la presencia de Dios.

Cuando me operaron de vesícula y me tenían que poner una inyección, la enfermera antes de pincharme decía “bismillah”, “en el nombre de Dios”. O antes de comer, se dice “bismillah”, antes de empezar una reunión.

El verdadero musulmán vive en esa presencia y la transforma en oración. Para nosotros, cristianos, en este aspecto son un ejemplo y también un estímulo que nos impulsa a vivir también nosotros en esa actitud.

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