No tiene pelos en la lengua. Considera que la gente «tiene derecho a ofender» igual que otros tienen derecho a «protestar frente a la ofensa». La periodista y activista Mona Eltahawy está en contra de todo tipo de censura. Ya la sufrió personalmente en sus propias carnes, y por ello defiende abordar el supremacismo blanco y el patriarcado contraatacando. De forma pacífica, eso sí.
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Trabajó como periodista en Egipto antes y durante la revolución de 2011, cuando la policía antidisturbios le rompió un brazo y una mano y la agredió sexualmente, recuerda. Su abogado cree que fue para censurarla. Ahora, la autora de El himen y el hiyab (Ed. Capitán Swing) vive y trabaja a caballo entre Nueva York y El Cairo, colaborando en medios como The New York Times o The Guardian.
Eltahawy se define como una feminista de ascendencia musulmana nacida en Egipto. Ha hablado con Salam Plan a su paso por Casa Árabe en Madrid, en medio de su gira española para promocionar su nuevo libro The Seven Necessary Sins for Women and Girls (Los siete pecados necesarios para mujeres y niñas) (Ed. Beacon Press), que saldrá a la venta en septiembre. Es su manifiesto contra lo que llama «patriarcado universal».
¿Qué significa Donald Trump para usted?
Donald Trump para mí es un fascista de mierda. Donald Trump es un supremacista blanco, que ha sido claro desde el principio sobre su misoginia, su racismo, su islamofobia, su homofobia … es toda una serie de discriminación y fanatismo. Fue elegido por una mayoría racista de votantes estadounidenses y representa a día de hoy el creciente aumento del autoritarismo global, que conlleva, en su esencia, el patriarcado, un patriarcado que utiliza todas estas formas de opresión.
Así que para mí Donald Trump es un hombre muy peligroso, como tantos otros. Probablemente sea el más poderoso de todos, pero tienes a su equivalente con Bolsonaro en Brasil, Duterte en Filipinas, Orbán en Hungría y así sucesivamente. Y luego tienes a Sisi en Egipto y Mohammed Bin Salman en Arabia Saudí, hablando de autoritarismo.
«Donald Trump es un hombre muy peligroso, como tantos otros. Tienes a su equivalente con Bolsonaro en Brasil, Duterte en Filipinas, Orbán en Hungría, Sisi en Egipto, Mohammed Bin Salman en Arabia Saudí…»
¿Cree que todos los que votaron a Trump están de acuerdo con su retórica y todas esas ideas?
Bueno, 60 millones de estadounidenses votaron por Donald Trump. Lo que me sorprende especialmente es que la mayoría de las votantes blancas le votaran, sabiendo que al menos doce mujeres lo habían acusado de agresión sexual; y conociendo su retórica, que es racista, misógina, homófoba, islamófoba y todo eso. Por lo tanto, si votaste a Donald Trump, eres un racista.
Muchos estadounidenses se enfadan cuando dices eso y dicen: «No, no soy racista» y te dan toda una ristra de excusas. Pero sabías muy bien que votabas a un racista, y si votaste a un racista, eres un racista.
¿Qué lecciones podrían extraer otros políticos de su éxito?
Desafortunadamente, el Partido Demócrata en Estados Unidos lleva virando hacia la derecha desde hace demasiado tiempo, porque creen que la mejor manera de ganar más votos es atraer a la gente del Partido Republicano. Esto es un desastre, es un error. Algunos políticos están aprendiendo tristemente, y también se ve esto en Europa, que deberían incorporar la retórica que ganó las elecciones para el Partido Republicano.
Pero veo más y más políticos jóvenes y políticos de color, como Alexandria Ocasio-Cortez, Ilhan Olmar, Rashida Tlaib … especialmente las mujeres de color, que han sido elegidas para el Congreso de EEUU. Veo que representan un antídoto maravilloso, refrescante y muy necesario contra el odio del Partido Republicano y los errores del Partido Demócrata.
«Las mujeres de color elegidas para el Congreso de EEUU son un antídoto maravilloso, refrescante y muy necesario contra el odio del Partido Republicano y los errores del Partido Demócrata»
El Partido Republicano ha sido abiertamente racista durante décadas. Donald Trump no ha inventado el racismo. No es el primer político estadounidense en presentarse así. Donald Trump es el fruto de muchos años de supremacía blanca, islamofobia, capitalismo… muchas, muchas otras formas de intolerancia y discriminación. Lo que pasa es que no lo disimula en absoluto.
Al mismo tiempo, el Partido Demócrata ha estado dominado por políticos blancos y no ha combatido la islamofobia de ninguna manera efectiva. De hecho, si hablamos específicamente de islamofobia, creo que uno de los errores más grandes del Partido Demócrata es que las únicas veces hasta ahora que hablan de musulmanes, es cuando hablan de musulmanes estadounidenses en el Ejército y en la Policía.
También aclarando que Obama no es musulmán.
Exacto, sí. El Partido Demócrata quiere jugar la carta del buen musulmán diciendo que “los musulmanes también somos nosotros: también lucharon por nosotros en Afganistán e Irak». Este no es el tipo de oposición a la islamofobia que yo apoyo. No quiero que me llamen una buena musulmana o una mala musulmana, quiero que me llamen una ciudadana estadounidense con todo el derecho de estar en este país, sin importar si presto servicio militar o no.
La política estadounidense tiene un problema enorme con la supremacía blanca, especialmente, y la discriminación de todo tipo. (…) Los musulmanes en Estados Unidos fueron castigados por el 11-S, y no tuvimos ningún papel en el 11-S. Pero la Administración Bush lanzó dos guerras contra países de mayoría musulmana y, en Estados Unidos, lanzó la Patriot Act [o Ley Patriota], dirigida específicamente contra los musulmanes. Y vimos el aumento de la islamofobia.
«No quiero que me llamen una buena o una mala musulmana, quiero que me llamen una ciudadana estadounidense con todo el derecho de estar en este país»
¿Dónde está el límite entre la libertad de expresión o la crítica y la islamofobia?
Creo en el derecho a ofender, pero creo en el derecho a protestar frente a la ofensa. La Primera Enmienda en los Estados Unidos te protege de que el Gobierno controle tu discurso, pero las organizaciones pueden [controlarte] y lo hacen. Y los medios de comunicación ejercen su propio tipo de autocontrol, en cierto modo.
El discurso ha incitado al odio y la violencia en Bosnia, Ruanda, Nueva Zelanda … Estoy en contra de la censura, pero reconozco el poder del discurso, y creo que es imperativo que protestemos contra el discurso del odio con todos los métodos a nuestro alcance, porque las personas están siendo asesinadas (…).
Fui periodista en Oriente Medio durante diez años. Estoy en contra de la censura, porque de donde vengo [Egipto], se usa para silenciarnos, porque una vez que le das al Estado el poder de censurar, al principio piensas que es por una buena razón, para protegernos, pero luego la línea se vuelve más y más fina, y eso es lo que sucedió en Estados Unidos con la Ley Patriota.
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La semana después de los atentados en Nueva Zelanda, los casos de islamofobia en el Reino Unido aumentaron en casi un 600%, según la organización Tell Mama, que lleva los registros correspondientes. ¿Cómo combatiría usted el discurso del odio? Siempre se señala a los medios, pero ¿qué hay de los políticos y las instituciones?
Creo que los políticos deben dejar de usar estereotipos perezosos sobre las personas en su discurso de odio para conseguir votos. Deben dejar de monopolizar la promoción del miedo, que llevan usando mucho tiempo, para retratar a las personas como si estuvieran siendo «atacadas» o para decir «estas personas vienen a quitarte el trabajo, a violar a vuestras mujeres».
Creo que los medios de comunicación tienen que empezar a ofrecer una imagen más compleja de las personas que no son blancas. Creo que los medios de comunicación son demasiado perezosos para retratar a las personas. Te dan todas esas imágenes muy, muy reduccionistas de las personas. Y así no se te permite ser un ser humano completo.
Las redacciones de los medios son muy blancas. Los medios de comunicación deben comenzar a contratar personas de diferentes orígenes, porque ellas comprenderán cómo informar sobre todas esas comunidades de una manera mucho más complicada y rica.
Creo que el objetivo del discurso de odio es deshumanizar, porque si deshumanizas, haces que sea más fácil atacar. Y la complejidad es la mejor manera de humanizar a alguien. Permitan que las personas sean complicadas.
«El objetivo del discurso de odio es deshumanizar, porque si deshumanizas, haces que sea más fácil atacar. Y la complejidad es la mejor manera de humanizar a alguien. Permitan que las personas sean complicadas»
¿Qué piensa usted de la reacción de la primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Ardern, tras los recientes atentados?
Creo que ha hecho algunas cosas muy buenas y creo que ha hecho algunas cosas muy de estereotipos perezosos. Creo que el hecho de que se niegue a decir el nombre del hombre que cometió la masacre es muy bueno. Creo que el hecho de que ella y el Gobierno trabajaran muy rápidamente para cambiar la legislación sobre rifles semiautomáticos y armas en general es muy bueno y necesario, y una lección para Estados Unidos.
Creo que la compasión que mostró a la comunidad musulmana cuando fue [a apoyarlos] … se veía genuina. Pero rechazo a cualquiera que no sea musulmán usando el hiyab como una forma de solidaridad, por muchas razones. Número uno: el hiyab no es un truco efectista o un juguete que te pones un día y te quitas al día siguiente (…). Es un gesto vacío. Es mucho más significativo mostrar [tu] solidaridad luchando contra la supremacía blanca todos los días.
Número dos: como una mujer musulmana que luchó durante ocho años para quitarme el hiyab [en Egipto], y como una mujer musulmana que pertenece a una familia donde mi madre usa el hiyab por piedad [religiosa], mi hermana lo usa por identidad -quiere decir ‘idos a la mierda’ a los racistas-, y yo rechazo el hiyab y todas las formas de modestia … Cuando veo a mujeres blancas no musulmanas poniéndose el hiyab, veo que han elegido un punto de vista que no el es mío (… ).
Preferiría que en lugar de usar el velo cuando están en público, que apoyen a las mujeres que son visiblemente musulmanas [por llevarlo]. Si ve que una mujer visiblemente musulmana es atacada verbal o físicamente, intervenga y ayude a esa mujer.
«Soy una mujer musulmana que pertenece a una familia donde mi madre usa el hiyab por piedad religiosa, mi hermana lo usa por identidad -quiere decir ‘idos a la mierda’ a los racistas-, y yo rechazo el hiyab y todas las formas de modestia»
Las personas a veces se sorprenden o no creen que las mujeres musulmanas puedan ser feministas.
Mantengo mi feminismo y el islam separados, porque yo lucharé contra cualquier cosa que lastime a las mujeres y las niñas, sin importar de dónde venga. El judaísmo, el islam, el hinduismo, el budismo, la política secular… lucharé contra el patriarcado en todas partes.
Creo que las religiones abrahámicas -el judaísmo, el cristianismo y el islam- son muy patriarcales y tenemos que luchar contra el patriarcado dentro de esas religiones. Pero también creo que hay patriarcado fuera de esas religiones.
Creo que el feminismo islámico en este sentido es útil, y no soy una feminista islámica. He utilizado su trabajo para entregar un arma a las mujeres musulmanas que me escribe y dicen «quiero algo que me ayude a luchar contra x, y, z». (…) Si una mujer me dice, «mi religión me está ayudando a ser más feminista», quiero tener todas las armas a su disposición para luchar contra el patriarcado, porque quiero luchar contra el patriarcado donde quiera que exista.
Acaba de decir que no es una feminista islámica. ¿Cómo se definiría?
Soy feminista, nací en Egipto y soy de ascendencia musulmana. Así es como me presento habitualmente, y creo que eso hace que sea suficientemente complicado, y eso es todo lo que necesitas saber [ríe].
¿Por qué dice que «los países árabes necesitan una revolución sexual» en su libro El himen y el hiyab?
Cuando las revoluciones comenzaron en Túnez en 2010 y luego se extendieron a muchos otros países, incluido mi país de nacimiento [Egipto], las revoluciones eran de hombres y mujeres que luchaban juntos contra el Estado. En mi libro quería plantear: cuando volvamos a casa, después de arriesgar nuestra vida juntos… ¿Son los hombres con los que nos enfrentamos hombro con hombro contra el Estado, son revolucionarios en casa, en la calle? Y nos encontramos con que en muchos casos los revolucionarios tienen un patriarca en su interior.
«Sin la revolución social contra el dictador en el espacio público y la revolución sexual contra el dictador en el dormitorio, la revolución política contra el dictador en el palacio fracasará»
Sin la revolución social contra el dictador en el espacio público y la revolución sexual contra el dictador en el dormitorio, la revolución política contra el dictador en el palacio fracasará.
[En] Egipto en este momento, la revolución política está estancada, porque es un grupo de hombres que lucha contra otro grupo de hombres por un pequeño trozo de poder: los militares y los Hermanos Musulmanes. No me interesa esto, me interesa la revolución en la calle y la revolución en el dormitorio [que], juntas, harán posible una forma de liberación mucho más integral a nivel estatal también.
¿Cuál es la principal lección que ha aprendido usted a lo largo de sus años de periodismo y activismo?
Permanecer enfadada y reconocer que la revolución vive dentro de ti. De esa manera, donde quiera que vayas, la revolución interna se enfrentrá a las diversas formas de opresión que el patriarcado infunde y utiliza. A menudo digo que mi objetivo es destruir el patriarcado en todo el mundo (…). Los tatuajes que tengo en mi brazo [, uno de ellos dice]: «Somos aquello que estábamos esperando».
¿No se cansas de estar siempre enfadada?
[Ríe y luego se pone seria de nuevo]. No, en realidad no, porque realmente me da fuerza y puedo usarlo donde quiera que vaya. Y para mi próximo libro, uso la ira como lo que llamo uno de los «pecados necesarios». Porque intentan que las mujeres no estén enfadadas. Es una atribución que el patriarcado no nos permite.
¿De qué otros seis “pecados necesarios” habla en su nuevo libro?
Son los atributos que el patriarcado no quiere que las mujeres y las niñas quieran tener o ser: ira, búsqueda de atención, blasfemia, ambición, poder, violencia y lujuria. Cada uno de los capítulos trata sobre uno de estos pecados y escribo sobre por qué esos pecados son importantes en la lucha contra el patriarcado.
Llamo a esta lucha «feminismo en 3 dimensiones»: desafiar, desobedecer y perturbar al patriarcado. Y no se trata de Oriente Medio o del Norte de África, se trata del mundo entero. Se trata de cómo el patriarcado es universal. Y utilizo historias y ejemplos de luchas feministas de todo el mundo: Uganda, Sudáfrica, Corea del Sur, Argentina, India, Irlanda … como una forma de mostrar la revolución internacional feminista que se dirige al patriarcado en todo el mundo. Así que es como mi manifiesto feminista [ríe].
«Creo que el judaísmo, el cristianismo y el islam son muy patriarcales y tenemos que luchar contra el patriarcado dentro de esas religiones. Pero también creo que hay patriarcado fuera de esas religiones. Es universal»
¿Y cómo se imagina a Egipto y Estados Unidos, los lugares que conoce mejor, dentro de diez años?
Una de las cosas que últimamente me dan esperanza en Estados Unidos es lo que mencioné antes sobre la elección de estas mujeres de color. Creo que han llegado a la política estadounidense y realmente la han revolucionado (…).
Creo que la revolución, en todo el mundo, viene de los márgenes. No surge de la mayoría; la mayoría se siente demasiado cómoda y quiere mantener el statu quo.
En el Oriente Medio y el Norte de África, Egipto ahora, incluida Arabia Saudí también, realmente creo que el feminismo y el hablar de la propiedad sexual de nuestros cuerpos, ya sea por el discurso feminista o el discurso LGTBQ, con grupos queer cada vez más visibles en Túnez, en el Líbano llevan ya un tiempo, y en Egipto ahora tenemos algo que se llama la Alianza de los Egipcios Queer…
En Oriente Medio y el Norte de África [me imagino] una lucha cada vez más feminista y queer; y en Estados Unidos, una lucha de color cada vez más feminista serán los lugares de los márgenes que influirán en la sociedad en general. Me dan optimismo, porque soy de tendencia optimista.