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El Holocausto, como nunca antes te lo habían contado: ‘Artistas en los campos nazis’

Detalle de 'Nuestras biografías' (1944-45), Jósef Szajna. Incluido en 'Artistas en los campos nazis'.

Sobre algún papel conseguido a hurtadillas. Así retrataron decenas de artistas el horror, desde los guetos hasta los campos de exterminio. Arriesgaron su vida doblemente para documentar lo que ocurría o para evadirse de la tortura nazi con lo que mejor sabían hacer. Alguna vez, también les obligaron sus torturadores a hacerles un bonito retrato a cambio de un trozo de pan. O incluso dibujos pornográficos, como le pidieron al español José Cabrero Arnal en Mauthausen.

El arte encontró su expresión de la manera más desgarradora en medio del Holocausto. Javier Molins recopila estas obras junto a las biografías de 77 artistas que sufrieron el genocidio nazi contra personas judías, gitanas, homosexuales… En medio del horror, dibujaron las condiciones infrahumanas a las que les sometieron. “Reivindicaron (así) su humanidad. Al final era una manera de decir: ‘si quieres, mátame o tortúrame, pero yo soy un ser humano; no pienses que soy un animal’”, explica Molins en conversación telefónica con Salam Plan. Expuestos actualmente en distintos museos por todo el mundo, ahora puedes descubrir estos testimonios en forma de dibujo en Artistas en los campos nazis (Nagrela Editores).

Un guardia que tira del pelo de una madre para impedir que tome a su bebé en brazos, mientras el pequeño yace en el suelo junto a otros inocentes; una persona que no pudo aguantar más y se ahorcó; o retratos de personas judías marcadas con la estrella de David… En el gueto de Terezín, Gela Seksztajn ya intuyó que la utilidad de su documentación artística trascendería a su muerte. “Mis trabajos los dono al museo judío que se creará en el futuro”, dejó escrito. Solo en aquel gueto, que el régimen nazi intentó vender a la opinión pública como “la ciudad que Hitler ha regalado a los judíos”, murieron alrededor de 100 personas cada día en los momentos más duros.

“Dibujar era una práctica que normalmente estaba prohibida y que te podía llevar a la ejecución”

“Dibujar era una práctica que normalmente estaba prohibida y que te podía llevar a la ejecución”, explica Molins. Pero a veces, los oficiales nazis encontraban utilidad en el talento de los artistas y les hacían encargos. “Cuando veían que uno de los internos tenía habilidades artísticas, porque le sorprendían haciendo un dibujo, la reacción del oficial podía ser un castigo o decirle: ‘oye, ya que sabes dibujar: hazme un retrato, que quiero enviar una carta a mi familia que quiero contarles que estoy bien aquí’. O el comandante (que vigilaba el campo y vivía en una casa colindante) pedía un lienzo sobre su Baviera natal para decorar su casa”.

Había encargos mucho más macabros, como ayudar en una suerte de estudio de arquitectura en pleno campo de concentración para planificar su ampliación. O como el que hizo el doctor Mengele en el campo de concentración y exterminio de Auschwitz para uno de sus experimentos. La artista Dina Gottliebova (más tarde Dina Babbit, superviviente e ilustradora de dibujos animados en Hollywood) tuvo que retratar a prisioneros gitanos a quienes el doctor conocido como el Ángel de la Muerte sometió a la inyección de productos químicos para aclarar el color de su piel. Le parecía que los dibujos reflejarían mejor el cambio que buscaba que unas fotos en blanco y negro.

El esfuerzo de estos artistas llegó a servir, en algunos casos, para que los publicara la prensa internacional y así se supiera lo que sucedía en los guetos. Los testimonios artísticos sirvieron también como prueba en los históricos juicios de Núremberg contra los nazis. “Esos cuerpos esqueléticos que sorprendieron a la opinión (pública) mundial a través de las imágenes de los aliados cuando llegan a los campos de concentración, anteriormente había habido artistas que habían dibujado ese horror”, valora Javier Molins.

“Esos cuerpos esqueléticos que sorprendieron a la opinión pública mundial a través de las imágenes de los aliados cuando llegan a los campos de concentración, anteriormente había habido artistas que habían dibujado ese horror”

El autor del libro que recopila estas obras únicas observa hoy con preocupación el aumento de los radicalismos sobre el que advierten distintas organizaciones internacionalmente. Molins -que trabaja desde Londres con artistas de otros países- lamenta el “guerracivilismo” al que en su opinión está volviendo España o cómo el brexit parecía obligar a los británicos ser pro europeo o antieuropeo, sin términos medios:

Asisto un poco asustado a estas polarizaciones que se están produciendo en muchas sociedades. Parece que todo es blanco o negro, no hay grises casi. Los artistas son mucho de grises, y ellos lo único que pueden hacer es seguir creando, dando testimonio del momento que vivimos. Pero verdaderamente hablan ya algunos pensadores de que se están dando las condiciones para que puedan volver a ocurrir cosas que pensábamos que nunca podrían volver a ocurrir (…). Lo que empieza con violencia verbal puede acabar siendo física”.

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