Sobre algún papel conseguido a hurtadillas. Así retrataron decenas de artistas el horror, desde los guetos hasta los campos de exterminio. Arriesgaron su vida doblemente para documentar lo que ocurría o para evadirse de la tortura nazi con lo que mejor sabían hacer. Alguna vez, también les obligaron sus torturadores a hacerles un bonito retrato a cambio de un trozo de pan. O incluso dibujos pornográficos, como le pidieron al español José Cabrero Arnal en Mauthausen.