Isaac J. Martín llegó casi por casualidad a Egipto, hace algo más de 4 años. Nunca antes le había atraído el país para trabajar allí. Ahora se siente tan a gusto, que se ha convertido realmente en su nuevo “hogar”.
Había sido corresponsal en Marruecos con El Mundo hasta que se trasladó a El Cairo. Ahora forma parte del equipo de corresponsales de Oriente Medio para la agencia de noticias EFE. Su labor en la región le mereció el premio al mejor periodista joven de la Asociación de la Prensa de Madrid (APM) en su primer año allí.
Martín tiene claro que lo que más le gusta de Egipto es “la cercanía de la gente”. Destaca, a la vez, la enorme diversidad de su población, con más de 100 millones de habitantes. Tanto es así, que el Gobierno está promoviendo que no se tengan más de dos hijos.
El pueblo nubio, en el sur del país, es para este corresponsal el culmen de la amabilidad. Y lamenta que en El Cairo los nubios se tengan que enfrentar a cierto racismo, pues quienes tienen la tez más oscura, como ellos, son tratados como clase baja.
“Los egipcios son súper generosos. Esa apertura, esa generosidad, esa cercanía, esa sonrisa, ese amor a la cultura… Eso a mí me encanta”
Actualmente, Egipto está en manos del antiguo jefe del ejército, Abdelfatah Al Sisi, tras derrocar al Gobierno de Mohamed Mursi. Fue elegido en las urnas tras la revolución de 2011, que convirtió la Plaza Tahrir de El Cairo en el epicentro de las Primaveras Árabes de las que ahora se cumple una década. Mursi murió en 2019, durante un juicio contra él por presunto espionaje.
Egipto ha saltado a la actualidad internacional en las últimas semanas por encallarse el Ever Given en el Canal de Suez y bloquear durante días una de las principales rutas de comercio mundial. El país también ha adquirido protagonismo recientemente por el espectacular traslado de las momias faraónicas o el hallazgo de la ciudad perdida de Luxor.
Pero Isaac J. Martín nos descubre en esta entrevista de la serie #PrismaDelCorresponsal aspectos alejados de lo más conocido de la Historia o la actualidad de Egipto para mostrarnos cómo es el Egipto de a pie, ese que con el turismo o las noticias no siempre se acierta a discernir.
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¿Qué te llevó a El Cairo?
Aterricé en diciembre de 2016. Fue el azar. Yo nunca me vi en Egipto, la verdad. Mi zona siempre ha sido Magreb, Túnez… Soñaba con Líbano… Fue una cobertura en Marruecos, una serie de llamadas y en cuestión de una semana ya me estaban diciendo que me venía a Egipto con EFE. Estaba en Marruecos con El Mundo anteriormente.
Tenía muy presente Egipto, pero nunca había sido mi región, por la que yo más me había interesado. Y llegué aquí y fue todo un descubrimiento.
Para no tener Egipto en mente, al final llevas allí ya más de 4 años.
Sí, aunque estuve un año de corresponsal en Líbano y regresé a Egipto. No sabía que lo iba a echar tanto de menos, por temas personales también. Al final he hecho aquí mi vida, mi hogar. No sé si ha sido el destino, el azar, pero es lo que me ha hecho descubrir un país que considero mi hogar. Y tampoco lo considero tan lejano de Granada. Hay muchas cosas en las que somos parecidos, y cuando yo voy a Granada, lo veo bastante similar. Incluso cuando hablo aquí con mis amigos egipcios, como un trato con mi familia o en los pueblos de Granada. Ha sido un buen descubrimiento a nivel personal y profesional.
¿Qué es lo que más te gusta de vivir allí?
La cercanía de la gente. Aunque aquí en El Cairo, es cierto que con el bullicio que hay, puede haber un poco más de discrepancias en algunas cosas o pueden saltar antes por esta emoción. Pero al final están siempre contigo: son súper generosos y, sobre todo, en cuanto ven a un extranjero y, sobre todo si le hablas su idioma, se abren a ti como ninguno. Esa apertura, esa generosidad, esa cercanía, esa sonrisa, ese amor a la cultura… Aunque sea muy nostálgico aquí todo. Eso a mí me encanta.
Me recuerda un poco a mi casa, a mi abuelo con Cine de Barrio y demás. Si ellos ven que estás interesado en su cultura, eres como un hermano más, o un hijo en algún caso.
Yo siempre digo: me siento más cercano aquí que cuando yo vivía en Madrid. Mira que Madrid y El Cairo son dos capitales, pero el sentido de poder conciliar tu trabajo con tu vida personal bien. Aquí yo creo que lo he conseguido. En Granada lo podía hacer y en Madrid me costaba.
El mundo entero conoce Egipto por sus pirámides y las momias, que se trasladaron precisamente hace unos días en un desfile espectacular. ¿Qué recomendarías visitar en este país que se salga de los tópicos?
Uno de mis sitios favoritos es Asuán [en el sur], pero suele ser una de las últimas paradas de los cruceros turísticos. El pueblo nubio son una maravilla: lo más amable que te puedas encontrar, abiertos, educados… Aquí en El Cairo, cuanto más negro seas, más clase baja te consideran. El racismo que te puedes encontrar entre la propia población…
Luego, los desiertos que hay aquí: el Desierto Negro, el Desierto Blanco, o Siwa, que está en la frontera con Libia, es todo un espectáculo.
Alejandría, el sitio – para mí- por excelencia, te lleva a esa nostalgia, lo cosmopolita, lo que fue Egipto. Y la arquitectura es una cosa totalmente preciosa. Es cierto, que los propios egipcios no saben lo que tienen, porque descuidan mucho esos sitios. Al lado de las pirámides o el barrio islámico aquí – el bazar es una maravilla-, lo ves todo muy descuidado. Lo ves muy descuidado, no aprecian lo que tienen.
En el sentido de cuidar del patrimonio, ¿no? Resulta llamativo, porque con el desfile reciente para el traslado de las momias…
El desfile la gente aquí lo veía, pero ha sido más a nivel mundial que aquí mismo. No es la primera vez que transfieren momias, les enorgullece que el show haya llegado a todos los canales del mundo, pero la gente no lo veía en la televisión. La percepción que tienen sobre su patrimonio podría ser mucho más.
Yo a La Alhambra he ido dos veces, al final no aprecias lo que tienes hasta que te vas. Aquí, cualquier barrio que voy, incluso en el que vivo, me maravilla la arquitectura. Ha habido un edificio que se ha caído, en el centro se cayó el año pasado uno…
Cualquier sitio de El Cairo es maravilloso. Me encanta.
“Hay muy pocas salas de cine que hay para la gran industria que hay, para los grandes artistas que hay aquí. Ahora con el streaming, la cosa cambia un poco. El programa ‘Abla Fahita‘ rompe los esquemas”
Ahora con el coronavirus, no sé qué tal se podrá hacer vida social. Pero, ¿qué sitios de la ciudad te gustan para quedar con amigos para comer o ver algún espectáculo?
Con el coronavirus es un mundo aparte, estamos en otra dimensión. Como si vivieras el post-covid. Aquí para ellos existen otras muchas más cosas que el covid.
Para el tema del ocio, cuando llegué aquí me sorprendí muchísimo, porque había muchos sitios donde podías bailar, había más bares de los que yo veía en Rabat. Poco a poco, eso se ha ido reduciendo.
¿Y eso es más por cuestión legislativa o económica?
Puede ser más de crisis económica, puede ser más de presión en cuanto al alcohol: han subido muchísimo el tema de las licencias de alcohol. El coronavirus, obviamente, ha afectado. Hay bastantes sitios que han cerrado.
El tema de ocio, nosotros solemos ir a terrazas. Rooftop es mi sitio favorito aquí, con vistas al Nilo. En el centro suelen ser casi todos en terrazas de hoteles. No es económico. Aquí, si voy a beber, aquí un botellín de cerveza te puede salir por 4 euros. Yo en Madrid me gastaba a lo mejor eso, pero con los sueldos que tienen aquí es imposible. Es un poco élite.
¿Y el cine egipcio que en España apenas es conocido, pero que es una industria muy potente, qué tal está yendo ahora? ¿Tienes alguna recomendación?
Era, era [una industria muy potente]. Justamente hace dos años estuve en el Festival de Cine de Gouna, que es uno de los festivales nuevos que hay, también está el Cairo International Film Festival. Aquí tiene que pasar mucho tema de censura, cada vez va a peor… Aunque parezca mentira, no hay una industria muy fuerte de cultura.
Lo que más se lleva son las series, ahora vamos a tener una oleada de estrenos para Ramadán, que empieza la semana que viene. Eso es un punto fuerte, pero incluso en las series de Ramadán aquí la temática se va a ejército, patria… ese estilo. Al final ves que todo está dominado por las autoridades.
¿Y cuándo empezó el declive al que te refieres?
Después de la Revolución de 2011 hubo una explosión cultural, [por ejemplo] con graffitis que podías encontrar en la calle, que era algo novedoso. Con Mursi se intentó incluso cerrar la ópera, hubo mucho control con la cultura. Con Al Sisi también ha habido mucho control.
Es cierto que aparecen películas independientes. En Gouna entrevisté al director de Yomeddinne, sobre una persona leprosa que intenta viajar a El Cairo, y esa es una de las últimas pelis egipcias que realmente es buena y diferente. El director se quejaba de la distribución y de las muy pocas salas de cine que hay para la gran industria que hay, para los grandes artistas que hay aquí.
Ahora con el streaming, la cosa cambia un poco. Por ejemplo, está siendo un triunfo Abla Fahita, que ha salido hace un mes en Netflix. Es un programa semanal [de] una marioneta, que no trata sobre política, pero trata temas sobre… Invita a famosos, un poco como El Hormiguero pero con un títere, y a lo mejor le dice: “ay, y tu amante” o “¿has tenido algún novio?”. Temas que se suelen hablar, pero que son tabú de alguna manera, pero que lo hacen a través de una marioneta. Mete muchos temas que impactan, porque no es lo que ves en cuanto a producciones audiovisuales. Yo disfruté mucho, tiene para estudiarlo, incluso para hacer un análisis de cada episodio. Rompe un poco los esquemas de la situación actual.
Los corresponsales debemos ir a esos pueblos, meter los pies en el barro. Es lo que falta. Si pones Tahrir en un titular, es lo que va a llegar
Ahora que se cumplen diez años de las ‘Primaveras Árabes’ y de la Revolución en Egipto, donde eran los intelectuales y los jóvenes los que impulsaban la revolución, ¿qué podemos aprender de la experiencia de aquellos días y lo que vino después? ¿Y qué han aprendido o qué sensación tienen los egipcios que conoces?
De las cuestiones positivas con las que yo me he quedado y te da esa fuerza, es la confianza que te da la generación siguiente. Prácticamente todos los activistas están fuera de Egipto; y los que se han quedado, desgraciadamente están en prisión. Otros han sabido seguir la vía ONG, que también se han sido un target [objetivo].
Pero los que se han quedado aquí, y que lo saben hacer muy bien, son profesores de las universidades. Ponen todo su afán en la visión del mundo y lo que tiene que ser un país, en sus alumnos.
Lo que han aprendido también, es que hay que prepararlo todo bien; no dejarse llevar por la emoción y acogerse más a la razón. Pero eso es muy, muy difícil. El día de protesta que hubo en 2019 [multitudinaria]. ¿Qué pasa? Que luego durante un mes hubo arrestos arbitrarios, en los que un chico iba por la calle, cogían su teléfono móvil y a lo mejor tenía algún meme, una broma del presidente, y te lo llevaban a prisión. La gente acaba cansada, quemada, no quiere vivir así. Esa es un poco la pena. Muchos han acabado con estrés post-traumático.
¿Y qué lección podemos extraer los periodistas extranjeros de aquella cobertura?
[El error de] quedarnos con lo superficial. Lo que has mencionado, se hablaba de que los intelectuales y la clase alta hicieron la Revolución. Sí y no: ellos son los que dieron voz, y los que sabían inglés y se lo podían decir al mundo. Pero la Revolución no empezó en El Cairo.
En esas ciudades, en esos pueblos es donde tienes que poner el ojo, porque es donde realmente está lo que le falta a la gente. Al final aquí en El Cairo, esa élite podía coger su pasaporte e irse a Estados Unidos, muchos tenían doble nacionalidad. Y al final nos centramos aquí, que es lógico, es donde se concentra la gente. De hecho, la gente venía de fuera para [la plaza] Tahrir [en El Cairo].
Pero ir a esos pueblos, al centro, a lo mejor es lo que faltó y sigue faltando. Si pones Tahrir en un titular, es lo que va a llegar. La lección de meter los pies en el barro. Para conocer la raíz de todo, te tienes que meter en los fondos, no quedarte en la oficina, el hotel y el centro neurálgico, como la plaza.
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