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Belal Darder, el refugiado que remueve conciencias con sus fotografías

Autorretrato de Belal Darder, que se define como fotoperiodista y refugiado. Exposición 'Autorretrato del refugio'.

Un día un abogado llamó a Belal Darder por teléfono para comunicarle que había sido condenado a 15 años de cárcel. Sin juicio. Supo que tenía que huir.

De frente, sin tapujos. Vicky, de Honduras; Ajla, de Bosnia; Rabbi, de Bangladesh; Nesrine, de Palestina; Diana, de Colombia; Marga, de Ucrania… Hasta 13 rostros que te hablan de cara en la exposición ‘Autorretrato del refugio’ en el CaixaForum de Madrid hasta el 9 de enero. Por qué huyeron de sus hogares, por qué están aquí, por qué piden una oportunidad para vivir.

Su camino no acaba con la llegada a España, ni siquiera si tienen la suerte de pertenecer al escaso 5% de las personas que solicitan asilo y consiguen el estatuto de refugiado: la odisea personal, la supervivencia mental continúa.

Lo sabe bien Belal Darder. Su mirada resulta directa, penetrante, a medio camino entre triste y seria, tras unas gafas de pasta y un rostro adornado con una barba que bien podría ser eso que ahora se llama hipster. Sabe que a veces también se tiene como signo de una posible radicalización en personas musulmanas o de origen árabe, incluso de un futurible terrorista. A él simplemente le gusta su barba y ha querido mostrarse tal como es.

Este egipcio de 27 años huyó de El Cairo en 2016 tras una condena sorpresa a 15 años de cárcel. ¿Su delito? Fotografiar las protestas contra el régimen militar de Al Sisi en Egipto. Y conseguir que las publicaran agencias de noticias internacionales.

Dos años y medio después formó parte de la excepción del 5% y consiguió que su solicitud de asilo en España llegara a buen puerto. Mientras, su madre falleció sin que él pudiera estar para despedirse.

Belal Darder ha estrenado una exposición fotográfica y sonora, con el apoyo de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR), en la que retrata a todos los compañeros que conoció en la Oficina de Asilo en España para que cada uno cuente su historia. La suya también.

La muestra nace de la diversidad de compañeros que conoció mientras tramitaba su solicitud de asilo, a quienes les une la paciencia y la esperanza, en palabras de Darder. Han pasado cinco años desde su llegada a España aquel diciembre de 2016 en el que le encandiló “todo el aire navideño” de Madrid. Licenciado en Teatro y Literatura Inglesa y Francesa, este fotoperiodista confiesa que aprendió español con cierta ayuda de Harry Potter. Ahora Belal Darder se prepara para los exámenes de castellano y sobre la Constitución española a los que se presentará en febrero para obtener la nacionalidad española. Y es que, como cuenta en esta entrevista con Salam Plan, ya ha “echado raíces aquí, en España”.

Belal, tu victoria sobre la censura en el Egipto de 2016 se topó con una condena repentina a 15 años de cárcel sin juicio. ¿Qué pasó por tu mente?

Cuando recibí aquella llamada, fue muy duro. Tenía planes, tenía sueños, logros que quería [alcanzar]… Todo eso se derribó en un momento. Muy, muy duro.

Porque viste muy claro en aquel momento que tenías que salir del país.

Sí, porque yo me codeaba con muchosactivistas, periodistas y escritores en Egipto, y algunos de ellos pasaron por la experiencia de estar en la cárcel. Por lo que me contaron, yo sabía que no iba a poder aguantar eso. Las condiciones en las cárceles egipcias no tienen nada que ver con las condiciones aquí, en España. Las celdas en Egipto están masificadas: en un sitio donde caben 10 personas, a lo mejor están ahí 30 personas. No pueden dormir todos a la vez. No hay ningún tipo de atención sanitaria. No permiten meter libros, ni música, ni radio, ni periódicos. O sea: estás totalmente aislado, en una situación infrahumana. Sabía yo que no iba a poder aguantar 15 años en esta situación.

Además, no olvidemos que tenías 22 años.

Recién cumplidos, sí.

Pues menudo regalo de cumpleaños.

Exactamente.

¿Cómo pudiste venir a España?

La verdad es que la burocracia es la que me salvó: entre la sentencia, enviar tu nombre a la policía, a los aeropuertos… como todo lo que tiene que ver con la Administración pública en Egipto, tardó un montón. Tenía una oportunidad para intentar salir del país. Me condenaron el domingo, y el martes ya estaba fuera de Egipto.

Cogí un avión a Hong Kong, porque no requieren visado. De allí empecé a escribir a mis amigos, que están por todos los lados: “Oye, que me condenaron. ¿Qué hago? Estoy en Hong Kong, no tengo dinero…” Y fue un amigo que vivía en Malasia, que me dijo que fuera con él un tiempo hasta que supiera qué hacer.

Allí, en Malasia, empecé a solicitar programas de protección internacional o cualquier tipo de programa pudiera ayudar a obtener un visado en otro país para pedir el asilo. Porque Malasia es un país muy bonito, pero no tiene leyes de asilo. Fue con ayuda de Amnistía Internacional, que tenía un programa en colaboración con el Ministerio de Asuntos Exteriores aquí en España, con el que invitan a 4 defensores de derechos humanos a pasar una estancia en España.

Me condenaron en junio y llegué aquí a España en diciembre de 2016.

En solo dos días tuviste que renunciar a tu vida de repente, coger lo mínimo imprescindible y dejar todo atrás. ¿Cómo se afronta eso?

Estás eligiendo entre dos cosas muy malas. Huir, dejar a mi familia, dejar a mi madre, dejarlo todo atrás… Esa es una cosa; y la otra, es pasar 15 años en la cárcel. Yo elegí la [opción] menos mala: una oportunidad de vivir, aunque haya dejado todo atrás.

¿Qué pensaste al llegar a España?

¡Qué frío! [Ríe]. Yo llegué de Malasia, que es un país tropical. Allí tienen entre 26 y 30 grados todo el año y yo llegué aquí en diciembre, a Madrid, con el frío que hace. Luego me encantó Madrid, puede ser muy bonita: todos los edificios, la arquitectura… Llegué en tiempo de Navidad; todo el aire navideño me encantó. Pero luego empezaron los retos.

Porque el camino de un refugiado no acaba cuando llega a otro país.

Llegas aquí y no conoces a nadie, no hablas el idioma… Son retos: cómo puedes comunicar(te), cómo puedes tramitar tus papeles, cómo puedes solicitar el asilo, hacer el empadronamiento… Son cosas de la vida diaria. Te enfrentas a la soledad. No estoy culpando a España para nada. [Pero] son retos duros.

Los solicitantes de asilo pueden recibir ayuda los primeros seis meses tras tramitar su petición, pero tienen que sacarse las castañas del fuego sin permiso para trabajar. No sé si en tu caso a lo mejor fue distinto por aquel programa con el que llegaste.

En mi caso, yo recibí ayuda del Estado el primer año, puedes extender la ayuda hasta un año. Y nada más obtener el permiso de trabajo a los seis meses, empecé a buscar y dos o tres meses después encontré trabajo y me busqué la vida. Pero al principio sí tuve ayuda, porque es imposible vivir sin la ayuda.

“La incertidumbre de no saber qué te van a decir sobre tu solicitud de asilo te afecta muchísimo y no hay ningún refugio salvo la paciencia y la esperanza”

Cuentas que la paciencia y la esperanza te mueven tanto a ti como a los compañeros que conociste en la Oficina de Petición de Asilo. Pero no es fácil.

Yo recuerdo claramente cuando hice las entrevistas a la gente que retraté, que la palabra más repetida fue la “paciencia”. Según la Ley, el Gobierno tiene seis meses para dar una respuesta para tu solicitud de asilo, que se puede demorar hasta un año. Pero en realidad la gente tiene que esperar hasta tres años o, a veces, incluso más. En mi caso, fueron dos años y medio.

Es algo fundamental para que puedas situarte, desarrollar tu vida, hacer planes a largo plazo. Esa incertidumbre de no saber qué te van a decir te afecta muchísimo y no hay ningún refugio salvo la paciencia y la esperanza. Y tienes que intentar desarrollar hábitos saludables para poder afrontar esa incertidumbre, sea hacer deporte, hacer fotos, sea leer, el idioma, el trabajo…

¿Esos fueron tus refugios, Belal?

Yo me refugié en la literatura y en la fotografía. Hice un montón de fotos de la vida callejera en Madrid. Solía andar con los auriculares y la cámara recorriendo las calles y haciendo fotos de la arquitectura, de la vida cotidiana, retratos en la calle… Y solía leer muchísimo en inglés o en francés. Empecé a leer cosas muy fáciles en español. Empecé con Harry Potter y…

Uy, Harry Potter a lo mejor te resultaba fácil porque ya lo habías leído, pero fácil, fácil el vocabulario no es.

Harry Potter es un muy buen punto de partida. Como ya lo has leído, sabes más o menos lo que pasa, puedes adivinar el significado de algunas palabras y te ayuda muchísimo a desarrollar tu idioma.

Ahora se acaban de cumplir cinco años desde que llegaste. Entonces la primera sensación fue de frío y de incertidumbre. ¿Cómo es tu vida ahora? ¿Cómo te sientes?

Me siento mucho mejor. Tengo un trabajo estable, que no tiene nada que ver con la fotografía, en una aseguradora. Pero que me ayuda a dedicar parte de mi tiempo libre a proyectos fotográficos, como el que acabo de inaugurar con CEAR y La Caixa. Tengo a mi novia, que llevamos juntos cuatro años y medio y estamos desarrollando un proyecto de vida juntos. Y preparándome para los exámenes de la nacionalidad española en febrero: el idioma y la Constitución española. También me apetece muchísimo volver a la universidad a hacer un máster en fotografía.

¿Estás pudiendo cumplir esos sueños y esos planes a los que tuviste que renunciar?

Son sueños relacionados con mi trabajo: la fotografía y el fotoperiodismo. Yo acabé mis estudios de Teatro y Literatura Inglesa y Francesa. Tenía muchos proyectos y temas que quería cubrir. Y todo eso se fue.

Ahora con esta exposición de “Autoretrato del Refugio” por lo menos estás pudiendo retomar parte de ese sueño, ¿no?

Sí, sí. La verdad es que estoy muy contento, porque -como has dicho- estoy retomando otra vez mis sueños. Estoy haciendo algo que me gusta y a la vez también estoy dando un poquito de voz a la gente solicita el asilo aquí, en España, subrayando este proceso.

Has querido mostrar los rostros de tus compañeros solicitantes de asilo y el tuyo propio mirando directamente a cámara, de cerca. ¿Qué quieres transmitir con estas imágenes que también van acompañados de los testimonios sonoros?

El objetivo principal ha sido mostrar la diversidad de la gente que solicita el asilo. En muchas situaciones nos quedamos con la idea de que los refugiados son los que vienen de África o los sirios o los que vienen de Oriente Medio. Pero también en este proyecto he incluido a gente de Ucrania, Bosnia, Irak, Palestina, Honduras, Venezuela… Quería mostrar la diversidad de la gente que solicita el asilo en España. Ir en contra del discurso de que los que solicitan el asilo o los refugiados son quienes vienen de África. Esto le puede pasar a cualquiera. De hecho, pasó aquí en España hace poco.

Duele preguntar esto, pero hablando de estos discursos e ideas preconcebidas: ¿sabes que la barba que muestras en tu retrato de la exposición a veces se entiende en España como posible signo de radicalización o incluso futurible terrorista?

Sí, y por eso cuando estaba haciendo el autorretrato, mi novia me dijo: “¿No te quieres quitar la barba?”. Le dije que no. O sea, voy en contra de estas ideas preconcebidas. La barba no tiene nada que ver con la radicalización. A mí me gusta mi barba. Yo creo que todos los que me conocen saben que no tengo nada que ver con la radicalización o la violencia. Ha sido una decisión dejar(me) la barba para retar un poquito estas ideas preconcebidas.

“He echado raíces aquí, en España. Ya no soy la misma persona que salió de Egipto. Siempre queda el cariño, las memorias, pero no volvería allí a vivir”

¿Cómo te ves dentro de otros cinco años?

Me gustaría volver a ganarme la vida como fotoperiodista, dedicarme a esto a tiempo completo: volver a fotografiar para vivir, volver a contar historias para vivir. Eso es lo que espero hacer.

¿Crees que algún día podrás volver a El Cairo?

A medio plazo, no creo. Ahora mismo no hay ninguna señal de que aquello vaya a mejorar para que yo pueda volver, pero quizá en el futuro a largo plazo podré volver para visitar. Pero ya me he establecido aquí, ya he echado raíces en España.

¿Tu situación te ha permitido volver a ver a tu madre o a algún miembro de tu familia o hablar con ellos por teléfono?

Mi madre murió en 2018.

Belal, cuánto lo siento.

[Así que] no hemos podido quedar, pero hablo con mis hermanos y mis hermanas y todo esto. Vi hace poco lo del Gobierno danés de devolver a refugiados sirios a sitios que ellos consideran seguros y me parece una cosa inhumana. Yo ya he echado raíces aquí, en España. Yo ya tengo un proyecto de vida. Ya no soy la misma persona que salió de Egipto, me he desarrollado, he crecido, he cambiado mis ideas… Siempre queda el cariño, siempre quedan las memorias, pero no volvería allí a vivir.

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