Annette Cabelli tenía 17 años cuando fue deportada a Auschwitz. Al poco de llegar, le cortaron el pelo. De todas partes. Le quitaron la ropa y le tatuaron el número 4065 en el antebrazo. “Ya no éramos humanos, perdimos la dignidad”. Fue entonces cuando tuvo la certeza de que la habían llevado a “una fábrica de matar”.