Ni siquiera sabe si su padre sigue vivo. Desde mediados de 2017 nadie de la familia ni su abogado han podido visitarle. Jewher Ilham recoge este miércoles en Estrasburgo el Premio Sajarov por la defensa de la libertad que el Parlamento Europeo acordó entregar a Ilham Tohti, un economista y profesor universitario de la minoría uigur en China que alzó la voz por los derechos de las minorías. Le costó caro: fue condenado a cadena perpetua supuestamente por promover el separatismo y el terrorismo. Pero además se calcula que más de un millón de ciudadanos uigures están encerrados en campos de concentración bajo similares acusaciones.
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“¿Donde están? ¿Dónde está mi padre? Ni siquiera sé si está vivo, no sé si las demás personas están vivas. Podrían liberar a todas estas personas inmediatamente”, ha reclamado este miércoles Jewher Ilham en un encuentro con un reducido grupo de periodistas en el que ha participado Salam Plan. Los uigures están forzados a renunciar a su religión, idioma y cultura, denuncia.
Fue condenado en 2014. Hoy su hija no sabe si sigue en la misma prisión –a cuatro horas de vuelo desde Beijing, donde continúa viviendo su familia-, o si ha sido trasladado a otra cárcel en la capital china, como indican algunas informaciones. Cuando sí que le permitían las visitas, su mujer y otros hijos apenas podían visitarle, por la distancia y el dinero que eso suponía.
“¿Donde están? ¿Dónde está mi padre? Ni siquiera sé si está vivo, no sé si las demás personas están vivas. Podrían liberar a todas estas personas inmediatamente”
Las únicas armas de Ilham Thoti eran su bolígrafo y su voz, recuerda Jewher. A sus 25 años, las circunstancias han obligado a su hija a convertirse en defensora de los derechos humanos. Al menos, así lo siente ella. Ella no quería, pero no le quedó otra. Desde los 18 años vive en Estados Unidos, si bien actualmente viaja por todo el mundo para recordar la situación de su padre y sus demás conciudadanos. Cuenta que acabó allí por un “error burocrático”: Su padre iba a ser profesor invitado durante un año en Estados Unidos y ella aprovechó sus vacaciones de invierno para acompañarle unas semanas. Pero en el aeropuerto de Beijing, las autoridades chinas detuvieron a su padre. A ella la dejaron ir.
“Yo nunca firmé por (tener) esta vida. Odio la política, odio tener que viajar cada semana, cada mes para luchar por los derechos fundamentales”, ha confesado Jewher Ilham. “La libertad de pensamiento y expresión es lo que ha practicado mi padre siempre. En China (estos derechos) se consideran un lujo, no derechos fundamentales. Cientos de miles, millones de personas inocentes están encarceladas. Muchos de ellos ni siquiera participaron en actividades de la defensa de derechos humanos; algunos abrieron guarderías en lengua uigur -que se considera legal según la Constitución china-“, ha ejemplificado.
“La libertad de pensamiento y expresión es lo que ha practicado mi padre siempre. En China estos derechos se consideran un lujo, no derechos fundamentales”
En 2009 hubo una ola de protestas de la minoría uigur, principalmente musulmana, para defender sus derechos. Actualmente miembros del Parlamento Europeo tienen constancia de la existencia de los campos de concentración donde ciudadanos de esta minoría étnica son sometidos no solo a un lavado de cerebro, sino también a torturas.
“Es la peor violación de derechos humanos que se pueden dar en el mundo (actualmente)”, ha manifestado Phil Bennion, eurodiputado miembro del Comité de Asuntos Exteriores del Parlamento Europeo y uno de los promotores de la nominación de Tohti al Premio Sajarov. China inicialmente negó la existencia de estos campos de concentración; actualmente ha cambiado su discurso y argumenta que se trata de centros educativos para prevenir el extremismo y terrorismo. China también presionó a miembros del Parlamento Europeo para que retirara la candidatura de Ilham Tohti, ha asegurado Bennion: “Hubo una campaña muy decidida para intentar evitar este galardón”.
“Mi padre es un hombre honesto, muy valiente, muy optimista, desinteresado. Dedicaba su tiempo, su vida, su riqueza a defender los derechos de los uiguires y las demás minorías étnicas”, ha defendido Jewher.
“Mi padre me dijo: ‘No pierdas la esperanza, no odies a nadie; solo sigue haciendo lo correcto’”
Ella asegura que no está contra el Gobierno chino: “Estoy contra un trato específico a las minorías (en China)”. Asegura que echa de menos “una vida pacífica” y está en manos de las autoridades chinas que pueda volver a hacer vida “normal”. Y que dejen en paz a su familia, en quienes ha detectado un cambio inmediato hacia ella desde que su padre ganara el galardón de defensa de los derechos humanos promovido por el Parlamento Europeo. “De verdad que espero que el Gobierno chino pudiera dejarles en paz. Son demasiado inocentes para ser amenazados o acosados, no han hecho nada malo”.
Jewher Ilham espera que el galardón concedido a su padre contribuya a liberarle, o al menos a restablecer las visitas mensuales en teoría garantizadas por la propia Ley china. Al menos así su hermano podría ir a verle. “Mi padre era muy optimista y me enseñó a serlo”. Antes de la condena a cadena perpetua, ha relatado, Ilham Tohti sabía que le iban a encerrar durante mucho tiempo, calculaba que unos 10 a 20 años, porque “el Gobierno chino no es tan malo”. Y tenía claro que después seguiría con su trabajo.
Jewher reconoce que a veces despierta mojada en sudor, reconoce que tiene miedo, pero no piensa rendirse y pide al Parlamento Europeo que no deje de investigar: “No se trata de luchar contra China, se trata de proteger los derechos humanos”, ha dicho tras recibir el premio. Él le dejó un mensaje a su hija antes de que no pudieran hablar más: “No pierdas la esperanza, no odies a nadie; solo sigue haciendo lo correcto”.