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Abdelá Taia: “El odio en Europa es el resultado de ignorar a una parte de la población”

Abdelá Taia bebe de su propia experiencia para crear una literatura provocadora. Foto cedida

Homosexual, musulmán e inmigrante. Tres minorías en una sola persona. El escritor marroquí afincado en París, Abdelá Taia, habla con Salam Plan sobre su experiencia y cómo ésta le sirve para crear una literatura provocadora.

Taia cuenta que sintió una “soledad vertiginosa” cuando descubrió que era homosexual y confiesa que aún hoy -con más de 40 años y en el país que enarbola la bandera de la libertad- tiene que fingir ser otra persona. Harto de dar explicaciones y tratar de convencer a los homófobos, racistas, islamófobos, asegura que a veces simplemente es necesario gritar y ser brutal para que la verdad sea dicha.

Lo cuenta por teléfono durante su visita a España, donde esta semana ha presentado su libro El que es digno de ser amado (Ed. Cabaret Voltaire) en la Fundación Tres Culturas de Sevilla y en la sede madrileña de Casa Árabe.

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¿Cuál es el objetivo de su libro?

El fin principal es mostrar cómo el colonialismo francés sigue influyendo en las vidas de los antiguos colonizados. Esto, a través de la vida amorosa de un homosexual marroquí, árabe y musulmán de 40 años que vive en París y tiene el corazón muy duro (…). Ese pasado colonial continúa interfiriendo en la forma en la que se gestiona y se mira a los árabes y a los musulmanes en Europa.

Suena bastante autobiográfico, ¿no ?

Todo es autobiográfico en el arte. No puedo hablar de cosas que no me afectan profundamente y que no despiertan en mi una cólera o bien una excitación artística. Soy incapaz de escribir ficción pura, pero tampoco quiero hablar de mi sin más.

Elijo justo cosas muy concretas para darle significado a algo mucho más grande, algo hace que el libro concierna que a otras personas también, aunque hable de un protagonista homosexual.

La carta a Malika, la madre muerta del protagonista, es brutal, sin piedad alguna. ¿Por qué?

Todo el libro es brutal. Es un libro que está dominado por una cólera determinada, una cólera postcolonial muy justificada, y para comprender lo que pasa en cada carta, hay que llegar hasta el final, hasta la última letra.

De hecho, el objetivo de este libro es cuestionar todo, incluidos los orígenes, la relación con la madre, con Marruecos (…) hasta la llegada a París y a ese personaje que se llama Emanuel.

Creo que en la vida y en el arte llega un momento en el que no se puede hablar amablemente. A veces hace falta gritar, a veces hace falta enfrentarse, a veces hace falta exagerar de una manera extrema para que se diga la verdad. Creo que la literatura está ahí para decir cosas extremas que tienen un sentido fuerte que remueve y que -quizá- escandaliza.

Sé que hay gente que piensa que soy malo con mi madre, o con la madre. En realidad, el protagonista -y yo con él- no somos malos con la madre. Nos enfrentamos en un ajuste de cuentas muy justificado.

No tengo más derecho que otros a quejarme, pero eso no es razón para someterse al racismo desacomplejado que afecta a los migrantes, a los árabes, a los musulmanes en el supuesto continente de los derechos humanos

Ahmed, el protagonista, es musulmán, migrante y homosexual, como usted: tres minorías en una sola persona. No debe de ser fácil de gestionar.

No quiero quejarme. Supongo que habrá gente que viva en la mayor pobreza en España, gente en Francia que no tenga qué comer y de los que nadie habla. Yo he conseguido hacerme escritor y como, tengo un piso pequeño en París… así que no tengo más derecho que otros a quejarme.

Pero eso no es razón para someterse al racismo desacomplejado que afecta a los migrantes, a los árabes, a los musulmanes en los países europeos en este momento. Creo que hay que resistirse a eso, a ese odio que está despertando y se propaga en Occidente, aunque se supone que estamos en el continente de los derechos humanos.

Cuando escucha a gente, políticos como Marine Le Pen, decir que estamos en peligro por la inmigración musulmana, ¿qué piensa?

Para ser sincero, no es Marine Le Pen quien me molesta. Marine Le Pen y el Frente Nacional llevan ahí mucho tiempo. El problema es que se ha hecho todo para envalentonar [ese odio], los otros partidos han dejado hacer. No han regulado los problemas de la sociedad -económicamente para empezar- que son los que han hecho que la gente se vuelva más extremista.

No debemos centrarnos en Marine Le Pen como si fuera ella la responsable de todo lo que pasa en la sociedad europea. La ultraderecha y lo que se ve a día de hoy como el despertar del odio, es el resultado de políticas que ignoran a una parte de la población desde hace ya mucho tiempo.

Abdelá Taia confiesa que ni en Francia ni en Marruecos se siente del todo él mismo. Foto cedida

¿Qué es lo que se ha hecho bien y lo que se ha hecho mal con la migración, uno de los asuntos más polémicos en Europa ahora?

Se les marginó cuando se necesitaban manos trabajadoras migrantes a los que no se pagaba demasiado bien, no como a los otros ciudadanos europeos, en los años 60-90 y aún hoy. Se les ha guetizado en barrios alejados del centro. Y hoy se hace como si fueran un verdadero peligro para las democracias europeas, cuando son los poderes los que han hecho todo para no darles las mismas oportunidades que a los otros ciudadanos.

Si hoy hay cierta cólera entre los inmigrantes, es una cólera que puede ser comprensible. Cuando se ve a los migrantes por los caminos [hacia Europa] en la tele, se trata como si fuera un espectáculo y luego se pasa a otra cosa. Es chocante este trato de ciertos seres humanos (…), como si los derechos humanos no estuvieran destinados más que a los europeos blancos.

Es especialmente chocante para alguien como yo, que es musulmán, árabe y homosexual y es como si la gente esperara que yo sea el árabe amable, el árabe civilizado, el árabe liberado y que yo no soy como los otros árabes, como los otros musulmanes, como los otros migrantes. Es falso: soy completamente como el sirio que atraviesa la ruta [hacia aquí].

Es muy importante no tratar la homosexualidad como si fuera algo que pasa al margen de los desafíos importantes de la sociedad

En su obra habla también mucho de la homosexualidad. ¿Cómo vivió su homosexualidad en Marruecos y ahora en Francia?

No son libros sobre la homosexualidad, sino que la homosexualidad siempre está ahí, presente con otros desafíos literarios. Es muy importante no tratar la homosexualidad como si fuera algo que pasa al margen de los desafíos importantes de la sociedad. Para mí siempre es importante llevar la homosexualidad al corazón del mundo, de la familia, de la política, de las clases sociales y de las luchas y no llevarla a parte. No me quiero marginar aún más.

Es lo que intento hacer también con Marruecos -donde viví hasta los 25 años-, con mi familia… Si bien no ha sido fácil, ahora comprendo que la homofobia en la que me crié era una homofobia institucionalizada por el poder, por el sistema, que mantenía a la gente en la ignorancia.

He sufrido el odio, el rechazo, la violación… he sufrido muchísimas cosas muy, muy duras. Pero hoy entiendo lo que pasó y creo que estoy listo para perdonar, porque es necesario denunciar pero también hay que perdonar. En cualquier caso, yo perdono y sobre todo hace falta interpelar al poder para solicitarle que cambie la situación, la ley que criminaliza la homosexualidad en Marruecos.

En cuanto a Europa, a Francia, evidentemente había más libertades y leyes que protegían a priori (…). Pero hay una forma de racismo sutil, también para los homosexuales, hay que decirlo. Así que también hacía falta luchar contra eso.

No sé si me sentiría en mi piel completamente ni en Marruecos ni en Francia, porque sigo teniendo la sensación de que estoy muy solo en todas partes.

Siempre hay que jugar prácticamente otro papel, solo para que la gente -tanto en Marruecos como en Francia- no te miren de forma rara

¿Porque no tiene personas que le apoyen o por qué?

No, es un sentimiento interior. Es el sentimiento de cuando uno descubre que es homosexual cuando es un niño pequeño o adolescente; sientes una soledad vertiginosa y entiendes que debes ir a la gente, hablarles, convencerles, argumentar con ellos… para que te acepten solo un poquito. Y eso continúa en Europa.

Siempre hay que jugar prácticamente otro papel, solo para que la gente -tanto en Marruecos como en Francia- no te miren de forma rara.

Bilal Hassani, el candidato francés para Eurovisión, es homosexual y foco de críticas homófobas en redes sociales. ¿Qué le diría a él y a la gente que le ataca?

Ganó por el voto del público, no hay que olvidar eso. Yo, sinceramente, adoro a este chico, le sigo y miro sus vídeos desde hace varios meses ya. Lo encuentro formidable y siento mucha, mucha ternura por él. Me encanta. El odio, desgraciadamente, no para, viene de todas partes.

Siempre habrá gente que no quiera comprender lo que se le dice y a la que siempre habrá que tratar de convencer, pero llega un momento en el que estás cansado de convencer a la gente, de convencer a los racistas, a los islamófobos, al poder… y entonces hay que concentrarse en lo que se quiere hacer.

La vida es correr un gran riesgo, hay que correr el riesgo y, como dice el poeta René Char,  viéndote caminar, Bilal, se acostumbrarán.

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